De Sydney a Brisbane
Antes de seguir camino rumbo a Brisbane, decidimos pasar un par de días en las Montañas Azules, que se encuentran a poco mas de una hora de Sydney. Llegar allí no es complicado, lo realmente difícil es salir de la ciudad; menos mal que la tecnología nos ha acompañado con el GPS del móvil, y la pericia de Nacho tanto para conducir como para ubicarse.
Contamos con mucha suerte en las montañas, ya que el tiempo que nos hizo fue maravilloso; cielos sin una nube y temperaturas mas altas, que las esperadas, lo que fue un presagio de los siguientes días hasta Brisbane.
Además de enormes bosques de eucalipto, cascadas e impresionantes vistas desde innumerables miradores, en la zona se encuentran un par de sitios con antiguas casas e iglesias en pequeñas villas mineras, como en Hartley, que tuvo su momento dorado en la historia, entre 1830 y 1887, y ahora no es mas que un pueblo fantasma, junto a la carretera.
El mayor de los atractivos de las montañas, son las tres torres de formación rocosa, que representan a “Las Tres Hermanas”. Hay varias leyendas alrededor de ellas, pero la que mas me gustó, es la que habla de un padre que convierte a sus hijas en rocas, para protegerlas y el a su vez se convierte en pájaro con el mismo fin; pero en medio de las transformaciones, este pierde el hueso mágico para volverlos a todos a sus figuras humanas; así que desde lo alto las hermanas esperan el momento en que su padre aparezca de nuevo a devolverles la vida que tenían. No sobra decir que las vistas son preciosas y aún más al atardecer.
Cuanto más al norte íbamos el tiempo mejoraba, y a pesar de que cada vez las playas son mas iguales unas a otras, nunca dejan de sorprenderte, siempre apetecibles; en muchas ocasiones nos lanzamos al agua sin pensarlo dos veces, pero al primer contacto las ganas se iban con la misma velocidad que habían venido. El agua es helada y siempre hay viento, así que el sueño de bañarse en cada playa de Australia no fue posible. Lo que si iba cambiando era la cantidad surfers que nos fuimos encontrando, quienes aprovechan cualquier momento para buscar las olas, como uno que vimos en Coffs Harbour, quien en su carro tenía el traje de chaqueta y corbata para cambiarse.
Personalmente uno de los sitios que mas me gustó fue Nest Hawks, allí fuimos a desayunar en la playa y el entorno es idílico, las playas son preciosas, las casas construidas con encanto y si encima le sumas que se pueden ver koalas al atardecer y delfines en la mañana, el panorama no puede ser mejor.
Pero la sorpresa nos la llevamos en Kempsey. Extrañábamos la vida salvaje, que es otra de las cosas que marcan diferencia con el sur del país; pero justo en la entrada de la ciudad, nos encontramos con una manada de canguros, conté algo mas de 30; fue divertido verlos y posible acercarse a ellos, mientras algunos comían, otros estaban acostados en el césped o jugaban entre ellos. Pero las sorpresas no acababan ahí; decidimos dormir junto al río que pasa por la ciudad, en un área de picnic y mientras cenábamos de repente aparecen cientos de enormes murciélagos: No es de las cosas mas bonitas de ver, por que sabes que animal es, pero tiene su atractivo, además son escandalosísimos.
Otro sitio curioso es Nimbin, se encuentra a poco mas de una hora y media de la famosa ciudad costera de Ballina. Allí es como si el tiempo se hubiera parado en los años setentas, durante la época de hippies. Los edificios de la calle principal, son un buen ejemplo del ambiente que tiene el pueblo, como el de la embajada de la marihuana.
A pesar de las advertencias de lo poco atractivas de las playas y ciudades costeras de la costa de oro, a pocos kilómetros de Brisbane, no queríamos pasar sin al menos verlas para tener una idea de cómo son.
Fuimos a la llamada surfers paradise o paraíso para surferos, y la verdad es que encanto no tiene, la ciudad son solo edificios modernos y altísimos, hoteles y restaurantes, pero cuando fuimos a la playa entendimos que es lo que motiva a la gente a acudir en masa; la razón no es otra que el mar, el color del agua es precioso sin decir menos de la temperatura, que es la ideal, al menos para nosotros.
La mejor forma de cerrar el capítulo de Australia, es con la gente local y nosotros contamos con la maravillosa suerte de poder quedarnos en casa de Jean. Disfrutamos de la compañía de ella, de Ross, su hermano y Julian, un amigo de la casa. Además de un par de cenas en casa, consejos y recomendaciones, nos llevaron a montar bicicleta por los alrededores de la ciudad; unos treinta kilómetros de ida y vuelta, así que si habíamos echado en falta el pedalear por algunos sitios del país, aquí lo hicimos. Nos faltaban ver possums y en su casa, se ven al anochecer pasearse por las ramas de los árboles de su jardín.
El balance de mi viaje por este país ha sido positivo; he disfrutado mas que nada con la vida salvaje, el buen tiempo de las últimas semanas y la gente que hemos conocido. Lo mas curioso, ha sido la modernidad de las grandes ciudades, junto a lo salvaje de los animales que las adornan; como en Brisbane, que en pleno centro de la ciudad, en la calle peatonal mas concurrida, al atardecer, los enormes murciélagos que viven en el Jardín Botánico se pasean sobre la gente como un pájaro mas. Lo más negativo para mi, han sido los mosquitos, que aquí son enormes, pican en silencio y hasta por encima de la ropa. Pero definitivamente es un país que se puede disfrutar.