Tras la ruta de la Seda en China
Siguiendo las ciudades de mayor importancia dentro de la ruta de la seda, nos dirigimos a Dunhuang, famosa por que en la antigüedad controlaba la entrada al corredor de Heixi, siendo este, el trayecto que se realizaba desde el norte de China hacía Asia Central. Los atractivos de la ciudad son las impresionantes dunas ubicadas junto a ella y las cuevas que datan del siglo IV a tan solo 25 km.
Mogao o también llamadas las grutas de los mil budas , están compuestas por 490 templos, decorados con pinturas murales, de los cuales solo se pueden visitar poco más de una decena y está prohibido tomar fotos. La visita la hicimos junto a miles de turistas chinos que estaban de vacaciones y fue un preludio de lo que serían el resto de lugares por donde pasaríamos. Aún así, fue muy agradable pasear entre las cuevas, acompañados por una adolescente local, quien nos iba traduciendo lo más importante de las explicaciones de los guías.
Nuestro siguiente destino fue Jiayuguan. Nos interesaba visitar el fuerte de su mismo nombre, no solo por el increíble estado en el que se encuentra, sino también por la leyenda que circulaba, acerca de que aquel que saliera por la puerta oeste hacía lo desconocido nunca volvería. Hacía dicha salida, es posible ver algunas marcas en caligrafía china de aquellos que se aventuraban a dejar la civilización, o tal vez eran invitados a abandonarla.
Desde el fuerte es posible ir en taxi al supuesto último tramo de la gran muralla. Para mí, fue una gran sorpresa encontrarme un trecho serpenteante tan largo de ella, además es posible ver el fuerte desde el torreón más alto. Cabe añadir que se encuentra muy restaurada, pero eso no le resta majestuosidad, puesto que las vistas, tanto a otros trozos de muralla, como a las montañas nevadas son realmente impresionantes.
A Zhangye nos dirigimos con la única intención de cumplir mi sueño de ver las montañas de colores y comprobar si las imágenes que había visto por internet estaban retocadas. Una vez en la ciudad, nos enteramos que cabía la posibilidad de visitar las grutas budistas de Mati Si, construidas en el siglo XIII, con claras influencias indias y tibetanas. Pasear por las cuevas es una delicia, ya que te puedes meter por todas las estancias, pasando pequeñísimos y oscuros pasillos. Hay que tener en cuenta que no son aptas para aquellos con miedo a las alturas.
De las montañas de colores, es muy poco lo que hay que decir, porque son tan impresionantes, que te dejan sin habla. Se recomienda hacer la visita hacia las 5pm, por que los colores se avivan más cuando está atardeciendo y se intensifican aún más si ha llovido. Nosotros tuvimos la suerte de tener una mañana lluviosa y un atardecer precioso, lo que nos regaló una visión espectacular de lugar.
Y por cierto, confirmamos que las imágenes que habíamos visto por internet no estaban retocadas, aunque parezca increíble, esta maravilla es totalmente natural.
Que bueno !!! Quiero ir tbn a ver esas montañas!