Cementerios europeos que merecen una visita
La noche previa a Todos los Santos, Halloween a partir de la era de Google, tiene la manía de caer en medio de la explosión otoñal de colores, un buen momento para darse una vuelta por el cementerio. Los que tenemos debilidad por los camposantos no podemos evitar acercamos a curiosear en los distintos lugares que viajamos. En mi caso no es una afición morbosa. Simplemente que visitados a la luz del día me ofrecen un paisaje interesante. Y a juzgar por la cantidad de gente que me encuentro, no soy el único que lo piensa así.
En estos días que todo el mundo está pensando es disfrazarse, yo he querido hacer un repaso a algunos de los cementerios que más me han gustado. Quería hacerlo global, pero empezando con los de Europa me he dado cuenta que ya vale. Repasando entradas antiguas he caído en la cuenta de que ya he hablado en el blog de cementerios sudamericanos, africanos, asiáticos, e incluso uno enterito de ritos funerarios de Bali.
En esta lista no están todos, pues sólo he puesto los que tengo fotos en formato digital. Espero ir actualizando la entrada en el futuro. Tengo viajes pendientes a sitios emblemáticos que faltan, como la colina de las cruces en Lituania. Y la idea es hacer una entrada similar para el resto de continentes. Pero de momento aquí van algunos de los cementerios que he visto en Europa.
Quizás el primer cementerio que me llamó la atención fue el del barrio judío de Praga. Ante la escasez de espacio en el que podían enterrar, los judíos añadían una capa de tierra y elevaban las lápidas de los que estaban ya descansando eternamente debajo para así tener sitio para enterrar a los que acababan de fallecer. La mezcla de lo trágico y a la vez fotogénico del lugar me impresionó en uno de mis primeros viajes antes de cumplir la veintena.
Pere Lachaise es sin duda otro de los camposantos más conocidos. La cantidad de personajes famosos enterrados allí es un recorrido por la historia de las artes: Chopin, Champollion, la Callas, Bizet, Delacroix, Gay-Lussac, Piaf, Petrucciani, Proust, Moustaki… Sin embargo la tumba más visitada es la de Jim Morrison, que falleció abruptamente en París y fue enterrado aquí. Cuando lo visité, su tumba era la única que tenía vallas de protección para evitar que los fans se acercaran.
No tuvo la misma suerte Victor Noir, un periodista no muy famoso en vida, pero que gracias a la estatua en bronce con la que Jules Dalou coronó su tumba, se ha convertido en uno de los sitios a “no perderte” de la visita al cementerio. Resulta que dado lo abultado de lo que sería su miembro viril, la gente ha elevado a mito la rutina de acariciarlo y darle un beso para así garantizar una feliz vida sexual.
Aunque no pueda considerarse un cementerio al uso, las tumbas del interior de la Concatedral de San Juan en La Valeta, Malta, necesitan que las mires dos veces para verificar que no son una alucinación. Cuesta creer que ese suelo multicolor, como un mosaico de piedras de colores, sean cientos de tumbas de los caballeros y oficiales de la Orden de San Juan de Jerusalén. Nada que ver con las típicas lápidas con calaveras de otras iglesias. Estas son una alegría para los sentidos
Quizás el más literario de los cementerios sea el de Greyfriars, en Edimburgo. Dice la leyenda urbana que la autora de Harry Potter solía pasear por el camposanto y que algunos de los nombres de sus novelas están sacados de lápidas reales. También los amantes de los animales acuden a ver la lápida en honor a Bobby, el perro fiel que acompañó a su amo difunto acostado junto a su tumba durante el resto de sus días. Historias aparte, llama la atención que las tumbas se fundan con las paredes de las casas que rodean al cementerio, que tienen sus ventanas abiertas a la necrópolis.
El cementerio de Vardo, en Noruega, es el más septentrional de los que he visitado. Llegué de casualidad, en una parada del barco Hurtigruten camino de Cabo Norte. Aunque la localidad está habitada desde el siglo XIII y está vallado, las lápidas todavía no están apretadas. El sitio tiene ese aspecto de lugar remoto en lugares fríos y parece que la gente cuando se enferma se va. Un poco como la Patagonia. Pero lo especial es el moderno memorial construido en recuerdo de las 97 personas que fueron quemadas en la hoguera durante las cazas de brujas del siglo XVII. Una bombilla está encendida en recuerdo de cada ajusticiado, junto a una breve historia personal.
En las latitudes árticas es habitual iluminar las ventanas de las casas para ayudar a sobrellevar la ausencia de luz en los meses de invierno. Los cementerios se contagian de esta tradición y es llamativo ver cómo las tumbas están iluminadas por la noche. Al menos es entretenido para dar un paseo mientras estás esperando que aparezcan las auroras boreales.
Los cementerios de Maramures, en Rumanía, también son interesantes. Tienen las cruces protegidas con tejadillos, como queriendo preservarlas de la lluvia. Los campanarios estilizados de las iglesias de madera típicas de la zona parecen cohetes a punto de despegar hacia el más allá.
Puede que el cementerio que tenga las mejores vistas de todos los que he visitado sea el cementerio judío ortodoxo de Bratislava. Las tumbas se ordenan sobre una ladera con vistas al Danubio. Un día soleado con los colores del otoño da al lugar un ambiente idílico, un remanso de paz y tranquilidad para el descanso eterno.
No todos los cementerios europeos son cristianos. En isla de Chios, un tesoro todavía por descubrir y actualmente en territorio griego, hay tumbas de la época en que los otomanos eran los que mandaban. Las lápidas con turbantes siempre me han parecido una solución ingeniosa: Ya que no se puede representar una imagen humana, pongamos el sombrero del difunto.
Lo mismo sucede en Kosovo. Igual que en cualquier pueblo un poco más al norte las lápidas estarían alrededor de la iglesia, en Dakovika están alrededor de la mezquita. Puede que aquí las lápidas no sean espectaculares, pero la bella mezquita de Hadum merece la pena el desvío. Al visitarla cuesta creer que se esté cerca del corazón de Europa.
Aunque no es en sí un cementerio, el Monumento al Holocausto de Berlín puede considerarse como una tumba para aquellos que murieron asesinados como consecuencia de la barbarie Nazi y que no reposan en ningún lugar. Hace un tiempo que sus bloques grises se han puesto de moda entre los instagramers y se han subido fotos un tanto frívolas a la red, sin respetar lo que representa. A mí me pareció un lugar sobrecogedor.
Esta foto no es lo que parece. No se trata de un cementerio, aunque seguro que más de uno lo habrá pensado. Es un lapiaz que tiene esta forma de lápidas (¿vendrá de ahí el nombre?) y que está en el camino al Salto del Nervión. Como el motivo de mi afición a los cementerios es paisajístico, creo que puedo añadirlo a esta lista por analogía.
Y para terminar mi debilidad. El top del arte funerario que me llevó a preparar un viaje a Nápoles sólo para verlo, pues en las visitas anteriores no sabía de su existencia. En realidad no es una lápida, si no una escultura que representa a un Cristo yaciente, cubierto con un velo a través del cual no sólo se ve la figura, si no que se notan hasta los huecos de los clavos en las manos y pies. Está en la capilla de San Severo y como no se pueden hacer fotos, os tengo que poner un link a otra página que tiene la foto.
Hola
adios