Vilnius
Moverme por el mundo es de las cosas más maravillosas que he hecho en mi vida, y poder compartir algún rinconcito con amigos hace el viaje aún más especial. Por esta razón, Vilnius dejo de ser la fría capital de Lituania, para convertirse en un cálido punto de encuentro de amigos en el que celebrar mi cumpleaños con amigos de diferentes partes de Europa.
Este viaje lo planeamos como una escapada de fin de semana. Gracias al maravilloso invento de las aerolíneas de bajo coste, Lituania se ha convertido en un destino turístico emergente, a pesar de su situación periférica. El nivel de vida es asequible, y puedes pedir en el restaurante sin necesidad de estar mirando constantemente el precio. Eso hace que muchas personas escojan Vilnius como destino para despedidas de soltero: En el avión de ida iban tres grupos distintos, con sus respectivos disfraces.
A pesar de la cercanía con Tallin y Riga, cada capital báltica tiene su propia personalidad. La parte antigua de Vilnius es una mezcla de estilos arquitectónicos donde plazas, iglesias, edificios y cafés con mucho encanto comparten espacio. Gracias a esa diversidad, nos encontramos con decoraciones de esgrafiado que habíamos visto en otro lugar del mundo, como las que caracterizan al pueblo medieval de Pirgy en Chios, Grecia, cosa que no dejó de sorprendernos.
La parte central se ramifica desde la plaza de la catedral, dejando los altos rascacielos del barrio de oficinas al otro lado del río. La vista desde la torre de las Gediminas pone a la ciudad a tus pies si no tienes el presupuesto para volar en uno de los globos aerostáticos que al atardecer se elevan sobre la parte histórica. Como dato curioso, encontramos dentro de la catedral una copia de la Síndone de Turín, expuesta como si de la original se tratara.
Las muestras espontáneas de arte en muchos lugares de la ciudad son una constante, como el ganchillo que adorna los arboles en parques y calles o los enormes grafitis dando color a viejas construcciones, pero quizás lo más llamativo es la calle Literatu, donde encontramos una galería al aire libre, con un toque alternativo.
Otro de los lugares que no se debe dejar de visitar es el barrio Uzupis, famoso por sus artistas y su ambiente bohemio. Se encuentra al otro lado del rio Vilna y en Abril de 1997 sus habitantes se autodeclararon como una republica independiente. Así mismo redactaron una curiosa constitución de 41 artículos, exhibido en 8 idiomas en las paredes una de sus calles.
También visitamos el antiguo edificio usado como prisión de la KGB, que ahora alberga el Museo del Genocidio, donde se pueden observar colecciones y material histórico de la ocupación rusa en el país durante los años comprendidos entre 1940 y 1990. Es un lugar interesante, pero duro de visitar, que no deja indiferente a nadie.
A 30 km de la capital lituana se encuentra el fotogénico y turístico Castillo de Trakai, enclavado en una zona rodeada de cientos de lagos, pintorescas casitas de madera e historias de duques y guerras. Se accede a el por un puente de madera y es posible rodearlo a pie o en un bote de vela por un coste más que asequible.
A lo largo del muelle que rodea el lago hay tiendecitas de suvenires, restaurantes y muchos puestecitos de las sabrosas empanadas de diferentes sabores llamadas Kibinas, es imposible comerse solo una.
Definitivamente Vilnius es una capital curiosa, sensible, con encanto y lo demuestra al viajero nada más aterrizar, el aeropuerto parece más una antigua estación de autobuses que las frías terminales internacionales.
Hermoso compartir este viaje contigo, dejamos en Vilnius nuestro calor latino!