Ladakh, mas cerca del Tibet que de India
“El mundo es como un libro, si no viajas, es como si solo leyeras una página”
Me encantó esta frase, que releí durante la noche entera que pasamos en el aeropuerto de Delhi, antes de tomar el avión a Leh; me pareció preciosa, muy acorde a como me voy sintiendo, llena de experiencias y con aún mas ganas de las que se presentaran, también me voy sintiendo mas cómoda cuantos mas jornadas pasan. Es verdad que la maleta pesa mas en algunas ocasiones y que muchas veces me ha apetecido comer algo con sabor conocido, pero pasados los primeros setenta días, todo ha valido la pena.
Sobrevolar el Himalaya, es una hermosa forma de empezar el recorrido por India, las vistas de sus picos nevados son espectaculares así como los valles y las montañas rocosas. Muchas advertencias nos dieron para evitar el soroche (mal de altura) o al menos llevar de la mejor manera, la adaptación a los 3500 m de altura en la que se encuentra Leh; entre las cuales esta, beber mucha agua y descansar durante las primeras 24 horas.. Nosotros cumplimos al pie de la letra dichas recomendaciones, aún así, pasados varios días, el hecho de subir escaleras nos dejaba sin aliento, pero eso, no nos quitaba las ganas de visitar los monasterios de la zona.
Luego de visitar la Gompa de Chowkhana, y de cumplir con las normas budistas, de darle la vuelta al edificio, en el sentido de las manecillas de reloj, haciendo girar las ruedas de las oraciones; emprendimos la escalada al palacio de la ciudad, atravesando la antigua Leh, entre callecitas decoradas por los locales en sus quehaceres diarios, las peludas vacas, metiendo el hocico en cuanto se les permite y perros dormitando en las esquinas.
A pocos kilómetros a las afueras de Leh, se encuentran decenas de monasterios y antiguas gompas; visitarlos todos es una tarea imposible no por que sea como dice la frase “Visto uno, vistos todos”, si no por que te podrías quedar semanas enteras recorriendo la zona. Cada uno tiene su encanto que lo diferencia de los otros y entre los mas visitados están, el de Hemis, por su difícil accesibilidad, escondido entre las montañas, lejos de la carretera; también esta el de Dakthok, con algunas de sus salas de oración excavadas en la montaña, pero el que mas me impresiono fue el de Thiksey, por su tamaño, lo colorido de la fachada y el norme buda de dos pisos.
Antiguas inscripciones con mantras y oraciones en alfabeto tibetano, plasmados en planas piedras, se encuentran en los muros que preceden cada monasterio, gompa o estupa. Esta es una tradición en la que no se ponen de acuerdo los refugiados tibetanos y algunos de los monjes budistas, los primeros admiten que aun existen artesanos quienes tallan las piedras, mientras los segundos aseguran que es una labor muy antigua y ya perdida. Es cierto que hay quienes las elaboran, eso sí, no tan bonitas ni tan detalladas como por ejemplo las que se encuentran en el pueblo de Deskit.
Otra de las excursiones que no se debería dejar pasar es la del Valle de Nubra, su acceso no es del todo fácil y más aún cuando hay que pasar la carretera transitable mas alta del mundo; a unos 5600 m sobre el nivel del mar se encuentra Khardungla, con su monasterio, sus estupas y las miles de banderitas de oraciones. Respirar cuesta mas y cualquier acción requiere el doble de esfuerzo, pero es bien recompensado, las vistas a ambos lados de la carretera son de vértigo.
Prácticamente cerramos nosotros la estación de verano, vimos como poco a poco iban cerrando las tiendas de souvenirs, los restaurantes y los turistas disminuían cada día. Los locales se preparan para el duro un largo invierno, mientras los tibetanos, y una buena cantidad de indios, se van moviendo por el país para seguir con la siguiente temporada; Goa es el destino de muchos, y también el nuestro, pero mucho mas adelante.