Cuevas budistas imprescindibles de la ruta de la seda
Entre los monumentos más vistosos de la ruta de la seda destacaría sin duda las cuevas budistas. Desde tiempos inmemoriales los comerciantes prósperos han querido agradecer a los dioses la buena marcha de los negocios, o han pedido por que mejoren, excavando cuevas y altares budistas en curiosos lugares para delicia de los viajeros que les seguiríamos.
Si tuviera que recomendar un sentido para hacer la ruta de la seda, sin duda sería hacia el este, pues la calidad de las cuevas va en aumento y cada una supera a la anterior. Al comienzo visitamos las cuevas de Bezezlik y luego las de Mogao. Ahora tras el paréntesis de budismo tibetano llegamos a Bingling Si y Maiji Shan. Un bonito final antes de llegar a Xian.
Curiosamente al acercarte a Linxia, sorprende la cantidad de mezquitas que se ven en los pueblos. Esta zona es el epicentro de los musulmanes Hui y los locales van con la cabeza cubierta con el típico gorro musulmán y las mujeres con el hijab. Los minaretes compiten en número y altura entre mezquitas y cuesta creer que uno esté en China. Esta isla cultural es otra consecuencia del flujo de ideas de la ruta de la seda, que era más que solo un flujo de mercancías.
Llegar a Bingling Si no es tarea fácil. La mayoría de los turistas chinos la visitan desde Lanzhou, pero nosotros pasábamos por Linxia y como sólo nos separaba un pantano pensamos que sería fácil intentarlo con transporte local ya que está más cerca. Se puede, pero no es fácil, y si no hablas un poco de chino va a costar encontrar los minibuses que llevan al embarcadero de Lianhuatai, desde donde tienes que negociar la lancha para ir hasta las cuevas. Y hasta que no pasen unos años, olvídate de encontrarte con más occidentales para compartir bote.
La providencia hizo que nuestro amigo chino hispanohablante Miguel y su hermano, que unos días atrás habíamos conocido en Langmu Si, hubieran decidido parar allí a curiosear esas cuevas de las que les habíamos hablado tanto. Habíamos acudido al estupendo mercado nocturno de Linxia a cenar los deliciosos pinchitos locales y nos encontramos y se ofrecieron a llevarnos en su coche. Qué delicia es que te lleven y que hablen con los locales para encontrar el camino y negocien el precio de la lancha. Fue un descanso para el guerrero, que ya empezaba a estar cansado de jugar al pictionary para que le entendieran.
El trayecto de 30 minutos a través del pantano finaliza en una garganta de paredes verticales, y allí desembarcas para recorrer las cuevas. Salvo algunos budas que han sido movidos para evitar que el recrecimiento de las aguas los inundaran, el lugar ha quedado ajeno al paso del tiempo. Hay decenas de budas en relieve en nichos de las paredes, algunos desbordantes de colores todavía, pero la gran atracción es el gran buda Maitreya sentado, que con sus casi 30 metros observa majestuoso los viajeros que le apuntan con sus cámaras.
Lanzhou es la primera gran ciudad que nos encontramos en la ruta de la seda, y aunque quisimos salir lo antes posible, nos tocó quedarnos a dormir. No es agradable encontrarte con esa china en la que pasan de ti. La mayoría de los hoteles no aceptan a extranjeros y la comunicación se hace muy difícil. Aunque su contaminación es famosa en China, pudimos ver el cielo azul cuando por la mañana nos alejábamos entre chimeneas de fábricas que compiten en altura con los bloques de pisos separados apenas por unos cientos de metros.
La sorpresa al comprar el billete fue que no había asignado asiento, por lo que nos tocó viajar de pie. En las casi cinco horas hasta Tianshui tocó aprender el oficio de los pasajeros sin billete. Resulta que hay una solidaridad no escrita en la que los pasajeros con asiento van a dar una vuelta o a fumar para que los que estamos de pie podamos sentarnos un rato, y se quedan un rato de pie al volver. Otras veces aparece un paisano y se sienta en el extremo del pasillo haciendo un leve movimiento de cabeza, obligando a apretarse a los que estaban legítimamente sentados. Nadie dice nada. Quizás sea uno de los pocos vestigios del comunismo que queden en el país.
Desde la estación de Maiji Qu salen los autobuses que van a las cuevas de Maiji Shan. Al llegar te golpea la parafernalia con la que los chinos intentan sacar el dinero a los turistas con la excusa de gestionar la cantidad ingente de visitantes. Cuando monté en el minibús que te ahorra la caminata cuesta arriba desde el parking no sabía si habría merecido la pena la parada para ver más cuevas budistas en vez de haber seguido hasta Xian.
Pero la elección fue acertada. Entre los árboles del bosque aparece la pared vertical en la que se hayan esculpidas una colección impresionante de budas y figuras diablescas. La sola contemplación desde la distancia ya merece la pena el esfuerzo. Cuesta creer que se pueda mejorar Bingling Si, pero es así.
Si la vista desde abajo parece irreal, al subir por las pasarelas para ver de cerca las figuras y capillas la visita acaba impresionando. ¿Cómo lo harían? ¿Qué les llevaría a colgarse a más de cien metros de altura en el vacío para tallar las figuras, más de 1000 años atrás? EL zigzag de pasarelas, aunque seguras, no es apta para personas con vértigo. El bosque circundante contemplado a vista de pájaro añade puntos a esta interesante visita que para muchos comerciantes sería probablemente al última parada antes de llegar al final de la ruta de la seda, a la ciudad imperial de Xian.