Feliz 2547
Quizás la forma más internacional de celebrar el cambio de año sea con el ruido de los fuegos artificiales, seguida por el ruido del descorchar el champán. Siempre, en esos momentos previos, me pongo a pensar dónde estuve el año pasado. Al 2003 lo recibí en pleno Sahara y yo llevaba mi pequeña botella de cava, alguien sacó unos matasuegras, y algún grupo de alemanes que estaba por el otro lado de las dunas, nos obsequió con los cohetes. Este año me volvió a pillar en país calentito, disfrutando de las palmeras de colores en chancletas y camiseta. Me hubiera gustado estar camino de Weno en un barco pero, como expliqué en la crónica anterior, no pudo ser.
Llega el momento de desvelar la encuesta… Pasé la Nochevieja en Bangkok, en el caos de Khao San, junto a una interesante mezcla de mochileros, rastas tailandeses, policías y los siempre sorprendentes lady-boys. Para hacerlo más exótico todavía, aquí dieron paso al año 2547, pues cuentan desde el nacimiento de Buda.
Pero no pude bailar salsa. Me tuve que conformar con una canción de Jenifer López, y con la última canción exportada de España de la serie que inició Manolo Escobar con su “Qué viva España”. Tras la Macarena, ahora te persigue por todo el mundo… ¡el Asereje!
Cuando sí pude bailar salsa fue en Nochebuena. Al final pude reunirme con Juan e ir a parar a la isla de Ko Lanta, donde el único alojamiento que quedaba era un resort para familias que tenía “cena de gala”. Nos juntamos con otros mochileros que estaban en igual circustancia y aún arreglamos la noche. En el sorteo me tocó una inmersión de buceo gratis. Lástima que me iba y no lo pude disfrutar, para una vez que me toca algo. Cuando las canciones empezaban a repetirse, pidieron música a los asistentes y allí acudí con mis cedés de salsa -uno viaja ligero de equipaje, pero hay cosas imprescindibles-. Había una chica holandesa que sabía bailar, y nos ganamos las bebidas gratis.
Tras esta nueva “conexión en directo” gracias a la tecnología de Bangkok, volveremos a recoger el ritmo de las crónicas del viaje. Lo dejamos camino de Camboya, desde Saigon. Y queda recorrer Tailandia, Malasia y Singapur, más una pequeña gran sorpresa para los amantes del sudeste asiático, que llegará más adelante. Tampoco quiero dejar de contaros las novedades desde mi nuevo hogar en Weno, en la Micronesia, así que si os parece, iremos intercalando ambas cosas quincenalmente, en la medida que pueda estar conectado desde allí.
Para mí empieza una nueva etapa de esta interesante experiencia. La razón de todo el viaje. Llega el esperado momento de aprender enseñando en una cultura totalmente diferente a la nuestra, en una pequeña isla de seis kilómetros por ocho. También tengo ganas de cambiar la mochila por un armario, y poder dormir en “mi cama”. Además, estos últimos días han sido muy extraños. Puede que sea la sensación de que la primera parte del viaje se acaba. O, quizás, el cúmulo de despropósitos que se juntaron tras saber que tendría que volar. Aunque uno intente ser positivo, hay ocasiones en que parece que los astros se pongan en posición para que todo salga mal. Retomando la historia desde que se me cagó el pájaro, resulta que encontrar billete a Weno se convirtió en otra aventura. Sólo tenía listas de espera, y finalmente pude avanzar algo gracias a llamadas internacionales a Guam, deletreando a precio de oro todos mis datos. Por primera vez me disgustaba ser de Zaragoza, en vez de, por ejemplo, Vic, que es más corto. De ese modo llegar a Guam estaba en el aire. Al final, salir desde Bangkok parecía lo más razonable, y puse rumbo al norte.
Por otro lado, me quedé sin el correo de la página web justo cuando empezaban a llegar mensajes de los oyentes de «SER aventureros», pues estuve en antena y la gente se animó a escribir para apoyarme. Los pocos que pude leer desaparecieron inexplicablemente junto con la última crónica que había mandado. Incluso no podía contactar con los españoles que estaban por la zona para pasar la Nochebuena hablando el idioma de Cervantes. Y los mensajes de Navidad perdidos también, y quién sabe si Leguineche se metió en la página y me contestaba al guiño de la crónica anterior. Nunca lo sabré.
Y la primera respuesta a la búsqueda de barco para cruzar el Pacífico también llegó en estas fechas. Los contactos que hice en Hong Kong contestaban ante mi SOS. Aunque en principio dieron alguna posibilidad, el 24 recibía un “es prácticamente imposible”. Otra puerta importane que se cierra. Vaya quincena.
Poco a poco las cosas mejoraron, y sólo una indisposición intestinal a estas alturas de viaje, me hizo frenar mis ansias de ir más al norte para pasar el cambio de año, lejos del bullicio de Bangkok. A veces intento exprimir las cosas demasiado. Aproveché para descansar con amigos y tomarme unas vacaciones haciendo “nada”, antes de volverme a poner la bata y coger la tiza. El día 3 vuelvo a volar, abriendo un paréntesis en el viaje. Cuando termine en Weno, lo cerraré volviendo a algún punto de los visitados en Asia, para así retomar la vuelta al mundo sin avión.