El verdadero tesoro de Uzbekistan
No todo en Uzbekistán se encuentra restaurado o en perfectas condiciones; también se pueden visitar las antiquísimas ruinas, de algunos fuertes en el desierto de Kyzylkum, a unos cuantos kilómetros de Urgench y otros tantos de Khiva, donde muchos de aquellos lugares en antaño fueron oasis llenos de vida.
Salir de las ciudades siempre es agradable y más, cuando además de respirar el aire del campo, los escenarios son completamente diferentes; fortalezas entre algodonales, hermosas vistas al desierto, yurts tradicionales en medio de la nada, son algunos de los puntos destacados a visitar. En contraposición, también te encuentras con la realidad de este país; de vuelta a Khiva, en dirección opuesta a la nuestra, venía un convoy de unos 15 autobuses atestados de gente y encabezados por un carro de la policía; horas mas tarde nos enteramos, que son las personas que hacen la recogida del algodón, y un par de días después presencié el momento del reclutamiento en una alejada y cerrada calle del centro histórico de Khiva, me llamó mucho la atención el hecho de que eran muy jóvenes los que se subían al autobús y luego de hacer indagaciones nos enteramos que están obligados a trabajar en la temporada de recogida, todos los estudiantes becados, un tercio de los funcionarios, y los trabajadores de la seda de la zona de Fergana, quienes durante una semana han de dejar sus labores para irse al campo a la dura labor.
Luego de un par de días en la zona desértica de Uzbekistán, nos dirigimos a Samarcanda; decidimos dejarlo para el final, gracias a la importancia histórica de la ciudad, además para dejarnos sorprender después de haber dejado volar nuestra imaginación con las maravillosas descripciones de la antigua ciudad cosmopolita, situada en un punto estratégico de la ruta de la seda.
Samarcanda es una ciudad para fotos bonitas, imponen el Registan, con sus tres majestuosas medersas; la Mezquita de Bibi-Khanim, y su novelesca leyenda; Shahr-I-Zindah, o “La tumba del rey vivo”, la cual es una avenida con decoradas tumbas de los familiares de Timur y sitio de peregrinación; y para terminar la tumba del propio Timur, “El tirano de tiranos” pero venerado y admirado por sus compatriota; junto con dos de sus hijos y dos de sus nietos.
Pero lo más sorprendente de la ciudad es la manera en que esta distribuida; en las zonas donde se encuentran los edificios emblemáticos, han construido un especie de muro, con algunas puertas correderas cada varios metros, todo con la intención de embellecer la ciudad o talvez de esconder las viviendas de los locales a la vista de los turistas; calles enteras sin asfaltar, con niños medio desnudos correteando, tiendecitas con las necesidades básicas y familias buscándose de la mejor manera la vida, se encuentran nada mas abrir las puertas.
Para mi lo mejor de Uzbekistán, no esta en los edificios perfectamente restaurados, o en las limpísimas ciudades, o en la comida, basada en sus sabrosas sopas o los deliciosos pinchos de todas las carnes, si no en la gente, que es realmente maravillosa: Durante el recorrido por el país hemos contado con la enorme suerte de topar con muchas de esas personas, quienes desinteresadamente nos han echado una mano y se han sentido felices de habernos podido ayudar; ha sido tan valioso para nosotros, el hecho que nos ayudaran a tomar un bus o un taxi, a pedir comida en algún restaurante, o simplemente no han permitido que otros nos timaran.