Norte de Vietnam
Cuando llevas más de 24000 Km
en el cuerpo, llegar a Vietnam es reconfortante. China empezaba a hacerse agotador, pues la barrera idiomática acaba haciendo mella, y cualquier cosa que quieras hacer se convierte en una labor de gigantes. Sin embargo, al cruzar la frontera y llegar a Lao Cai, te ves rodeado de sonrisas, todo es más fácil y la mente empieza a descansar. El estómago también se alegra, pues como herencia francesa tienen pan. ¡Qué bien sienta un bocadillo tras semanas de comer con palillos!
La carretera hacia Sapa empieza a serpentear junto a la vegetación de la montaña, envuelta en una niebla espesa que no te deja disfrutar de las espectaculares terrazas para cultivar el arroz. Es una zona con buenos trekkings que te permiten visitar poblados de las tribus de montaña, quienes gracias a vivir en lugares remotos, todavía conservan parte de su cultura. Pero con todo el turismo que llega veremos como queda. El mercado que se celebraba semanalmente ahora es diario, pues es más rentable vender «artesanía» al turista que seguir con las duras labores del campo.
Aquí los nativos Dao o H´mong son los que se te acercan. Saben que ya que no pueden ir fuera a aprender el idioma, hablar contigo es la forma de perfeccionarlo. En medio de un pueblo perdido te puedes encontrar niñas de nueve años, con su traje tradicional, y con un inglés perfecto y acento de Oxford. Y pensar que en España los alumnos todavía ven los idiomas como otro examen más que estudiar, y no como una forma de comunicarse con el mundo»¦
Si la mente ya había descansado, al llegar a Hanoi le tocó el turno al cuerpo. Gracias al Melia Hanoi el que escribe descansó en una habitación confortable, pudo bañarse, y se sintió atendido como en casa, incluso comiendo tortilla de patata, paella y chorizo. Pero se nota que uno no está acostumbrado a las 5*****. Ante la variedad de salsas en el buffet, vi una verde y pensé que era guacamole. Cuando le hinqué el diente y noté una quemazón que subía por la nariz y finalmente invadió todo el cuerpo, comprobé que era wasabi, lo que se le pone al sushi para matar las bacterias. Al menos me evitaría las diarreas por un buen tiempo.
Siempre me he preguntado cómo sería eso de alojarse en un hotel decente después de un agotador día de mochilero. Y llegado el momento, he de decir que es un lujo. Parece que sea otro viaje. Así también me respondo a la pregunta de qué pasaría cuando el cuerpo ya no resista las palizas que ahora le meto: es cuestión de aumentar el presupuesto. Así que la gente que le guste un poco más el confort y le dé el bolsillo, que se coja la mochila y se lance a la aventura. En todas las ciudades del mundo hay al menos un hotel confortable. Si alguien se va a animar, aquí va un truquillo que aprendí en Hanoi. Cuando se coge una moto para volver a un hotel caro, no hay que decir que vas al hotel, si no a algún sitio cercano, pues de lo contrario el precio se duplica inmediatamente. De todas maneras, hasta que no consiga más presupuesto seguiré con los «hoteles» de mochilero. Si viajas sólo, siguen siendo el mejor sitio para encontrarte a gente.
Andar por Hanoi no es fácil. Cada minuto tienes a un vendedor de postales o guías de viaje fotocopiadas siguiéndote para que le compres. Y si te paras, todo el mundo alrededor tuyo te pregunta si necesitas su servicio de mototaxi. Las aceras están tomadas por mini terrazas, o son aparcamientos de motos, así que mejor ir por la calzada. Pero entonces te encuentras con las motos, las dueñas de la ciudad, que van en todas las direcciones sin orden aparente. Cruzar la calle es otra aventura. Como tengas que esperar a que no pase nadie, no vas a ningún lado. Tienes que empezar a andar a paso constante y ellos se encargan de evitarte. Al principio lo haces con miedo, pero llegas a acostumbrarte y acabas haciéndolo como ellos, sin mirar.
En medio de todo este caos, el lago Hoan Kiem es un oasis de paz donde puedes descansar. Allí las parejas jóvenes pasan horas con la excusa de ver alguna tortuga que milagrosamente sobrevive a la contaminación, y los ancianos, que no necesitan sentarse tan juntos, se dedican al Tai Chi. Además de las pagodas, el Templo de la Literatura es otro lugar para abstraerse del ruido, y es un buen ejemplo de la arquitectura tradicional vietnamita. Aparte de los sitios de obligada visita para los Hochimin-maniacos, Hanoi es uno de los pocos lugares donde todavía hay marionetas sobre agua. Aunque no puedes seguir los diálogos con la orquesta que las acompaña, el dinamismo y la puesta en escena, con fuegos artificiales y todo, te enganchan. Al ver sobre agua las escenas tradicionales de la vida en esta zona del mundo, te das cuenta de lo vinculada que está al líquido elemento.
Cuando llegué a la Bahíade Halong, también me siguió la bruma y no pude disfrutar del mar turquesa. El gris envolvía todo, pero aún así, nadar entre los islotes calizos, surgiendo del agua recubiertos de vegetación, es una escena inolvidable. Casi no hay olas, así que multitud de pescadores viven encima de sus granjas flotantes dando un aspecto todavía más increíble al lugar. La noche la pasamos anclados en mitad de un horizonte de picos iluminados por la luna, con la suerte añadida de poder bailar salsa en la cubierta superior. Tras el baño matutino me doy cuenta de que no he dormido solo. Un roedor se ha encargado de agujerearme la mochila en busca de cacahuetes. Después de tantos años sin ponerle banderitas de países a la mochila, ahora que se va a jubilar, va llena de los parches de Versace y Lushiqi que me cosieron para tapar los rotos.
Hue fue la capital de Vietnam en el siglo XIX. Diez kilómetros de muralla, con su foso correspondiente, rodean la ciudadela. En su interior está la ciudad imperial, y dentro de ésta, la ciudad prohibida. La historia de Vietnam se reparte entre imitar al vecino de arriba -China- y querer diferenciarse de él. Aunque hace 50 años se cambió la escritura a caracteres romanos (creada por el jesuita francés Alejandro de Rodhes), los ideogramas chinos todavía se ven por todos los lados, especialmente en los templos. La arquitectura tiene la influencia Taoista de los animales en los aleros, pero con la particularidad de que están recubiertos de mosaicos, como si fueran precursores de los dragones del Parque Gí¼ell.
Los emperadores de la dinastía Nguyen se construyeron unas tumbas espectaculares en los alrededores de Hue. Lo curioso es que hasta su muerte las utilizaban como un palacio más, con jardines, lagos y embarcaderos. El paseo en barco por el Río del Perfume es casi mejor que la visita a las propias tumbas. Descubres la vida de la gente alrededor del río, y puedes enseñar inglés a las hijas del barquero mientras éste conduce la barca con el pie para poder seguir de reojo la lección. Tras comer en el barco el resto de los pasajeros se fue a ver la siguiente tumba. Con el calor que hacía, opté por pedir a un paisano una hamaca que tenía colgada y pegarme una buena siesta. Son las ventajas que tiene estar en un viaje largo. No tienes la necesidad de ver todo, sino de dejarte llevar por cómo te sientas. Espero que el emperador Khai Dinh no se moleste por mi elección.