Los colores irreales del Dallol
Los colores de las caprichosas formaciones del cráter de Dallol son lo más parecido a un arrecife de coral que se puede ver sin meter la cabeza bajo el agua del mar. Aunque la primera impresión al ver la foto te lleve a pensar en retoque fotográfico, el lugar es así, tal cual. Las exclamaciones de asombro del resto de visitantes destacan a cada rato sobre el ruido del constante borboteo de los gases sulfurosos, causantes de los colores y los olores de esta maravilla natural.
Esta joya por explotar está situada en la parte más remota de la depresión de Danakil, cerca de la frontera entre Etiopía y Eritrea. Es una zona con unas de las condiciones de vida más dura del planeta.La temperatura media anual está sobre los 35 ºC y en verano suele llegar a los 50. El único “poblado” de la región, Hamedela, es más bien un conjunto de chozas alrededor de los pozos de los que casi milagrosamente se puede extraer agua potable en medio del más duro desierto. Como no hay nada que pastar, ni los lugareños afar tienen sus tiendas nómadas por aquí.
Con la llegada de la carretera asfaltada hasta Hamedela han empezado a llegar comodidades para dar servicio a los trabajadores que extraen la sal del lago, y que duermen aquí. Para los turistas eso significa una cerveza razonablemente fresca tras volver del volcán Erta Ale, y la protección de una guarnición militar. La ducha es a cazos, y el baño es de “agáchese y escoja”. Se duerme en camastros al aire libre, pues aunque las chozas tengan barrotes de palos en vez de paredes, el calor dentro es excesivo.
Me acosté bajo un cielo de mil estrellas, compensando las que no tenía el alojamiento, y la verdad que dormí bien en el rudimentario camastro de cuerda trenzada. Unas gotas en la cara me despertaron. No me podía creer que estuviera lloviendo. Debía ser ese raro día al año que llueve en el desierto. Tras buscar refugio donde dejar caer los 25 minutos de txirimiri, entendí la suerte que teníamos. Estaba nublado. Eso significaba que la temperatura no iba a subir tanto y que podríamos estar más rato explorando el Dallol, pues normalmente a mediodía hay que estar a la sombra de algo y, por aquí, ese algo sólo pueden ser las chozas de Hamedela.
Para llegar al volcán había que recorrer unos 20 kilómetros por el lago Karum, que era como el salar de Uyuni, una inmensa planicie blanca, a ratos con agua, a ratos con duras costras de sal. Un paisaje irreal, pero nada que ver con lo que nos esperaba delante. Estábamos a unos 100 metros bajo el nivel del mar, y el manto de sal empezaba a volverse rosáceo. Una colina que apenas levantaba unas decenas de metros sobre la capa blanca nos indicó que habíamos llegado a destino. Estábamos ante el volcán que emerge desde el punto más bajo de la tierra sin estar sumergido bajo el mar. El Dallol.
Hace decenas de miles de años, en varias ocasiones, las aguas del mar Rojo invadieron y se volvieron a retirar de esta parte del Rift en la región afar. El resultado son capas de sal dispuestas en gruesos estratos, que se pueden ver al descubierto en los cañones que se han formado en la base del volcán. La erosión los ha convertido en cortantes aristas de formas caprichosas, similares a las formaciones de los Tsingy de Madagascar. En los lugares donde además hay actividad volcánica, los gases reaccionan con las sales y se producen las reacciones químicas que dan lugar a los colores irreales.
La suave ascensión por una ladera de formas dalinianas y colores oscuros raros fue la introducción perfecta para no creer que lo que nos esperaba más adelante fuera un decorado. Un grupo de soldados armados con kalashnikov y en contacto permanente por radio nos escoltaron toda la visita. Estábamos a pocos kilómetros de la frontera eritrea y aunque desde 2007 no ha vuelto a haber atentados a turistas, se siguen tomando la seguridad muy en serio y no tuvimos en ningún momento sensación de peligro.
Los colores y formas caprichosas del cráter del Dallol son difíciles de describir con palabras. Para eso están las imágenes que acompañan estas líneas. Verdes, anaranjados, amarillos, rojos… fruto de combinaciones de azufre, potasio, hierro, magnesio… y olores. Fuertes olores que seguramente en otros países obligarían a llevar máscara. Cuando tuve las formaciones ante mis ojos experimenté la misma sensación de descubrimiento y asombro que cuando era un niño. Lo mismo que me pasó con la Danxia de Zhangye, otra maravilla natural que los chinos han comenzado a explotar en masa.
La precaución inicial de mirar donde pisas para no romper nada y preservar el lugar te la cambia en seguida la indicación del guía. Simplemente tienes que cerciorarte de que donde pisas es estable (algún turista se ha hundido en el pasado con las consiguientes quemaduras). Estás en un cráter vivo, en el que las formaciones van surgiendo continuamente y cuando la actividad volcánica se desplaza a otra zona, el espectáculo de colores migra y reaparece con fuerza en otro lado creando nuevas formas. Y si se van los gases, los colores se van apagando, de manera que lo ves una vez, será diferente si vuelves en el futuro. En cierta forma, es como si estuvieras caminando sobre un “organismo” vivo.
Hay restos de una antigua explotación de sal de potasio italiana que hacen un fondo interesante para las fotos, como los trenes en el salar de Uyuni. Con semejante explosión de colores, uno prefiere gastar todo el tiempo en patear los rincones de este cráter tan singular. Un lugar que si fuera más conocido por el gran público, perfectamente podría haber sido votado entre las maravillas naturales del mundo. Y con el Erta Ale cerca ya son dos atracciones espectaculares en la misma zona, que seguro va a dar mucho que hablar en el mundo viajero en el futuro. Ven a verlo antes de que el turismo de masas lo transforme en Disneyland.
Información práctica
La carretera asfaltada ha reducido el tiempo de trayecto entre Mekele, la base de los turoperadores que organizan las expediciones, y el Dallol. Aun con todo es necesaria hacer una noche en Hamedela, pues debido al calor el cráter sólo se puede visitar al amanecer o atardecer (a no ser que te salga nublado como a nosotros y te dejen estar “sin hora” 😉
Una vez aquí se suele visitar la zona de extracción tradicional de sal del lago Karum y las caravanas de camellos, pero se puede hacer con una sola noche todo. Aunque ya que se mete uno en estas tierras, mejor alargar otro día más y llegar hasta el volcán Erta Ale.
La verdad es que el paisaje parece de otro planeta. Fuísteis muy afortunados de que se nublara y que la visita fuera menos penosa.
Aclárame el tour, que creo que fue de 4 días/3 noches saliendo de Mekele. ¿Cómo se llama la agencia? ¿La recomendarías? Si pasásteis una noche en Hamedela y la otra en el anillo del volcán Erta Ale, ¿dónde pasásteis la otra?
Gracias de antemano, Nacho.
Ricardo, no hicimos el tour normal. En otro post explicaré el recorrido que hicimos, completamente personalizado, pero aquí cuento lo más habitual que hace la gente para que se pueda planificar. Si se hacen 4 noches la gente repite dos en Hamedela para ver lo de la sal.
En cuanto a la agencia fue worldsunethiopiatours. Estuvo bien. Lo importante no es la agencia, si no el guía conductor. Y eso es difícil de gestionar. El nuestro se llamaba Abraham, que suele trabajar para esa agencia y lo conocía todo el mundo. Totalmente recomendable.
De acuerdo, gracias por la información. Estaré atento al próximo post.
INCREIBLE, un sitio tan desconocido puede enseñar esta maravilla, gracias por compartirlo!!!
Hola,
Me ha gustado mucho tu relato y vamos a ir a Etiopia en Octubre y estamos planteando ir al Dallol, no va,mostrando al volcán Etra Ale. Quería preguntarte se anda mucho hasta Dallol? Es dura la subida ? Si la hay claro, Y por allí que tal con el azufre y el tema de respirar?
Gracias
LA subida al Dallol es corta y muy suave. Diez minutos? Ningún problema. Otra cosa es cómo esté de gases. Cuando estuvimos nosotros no molestaban y no tuvimos ningún problema.