Danxia de Zhangye: La última maravilla de la ruta de la seda
Desde el pasado mes de junio la ruta de la seda está inscrita como bien cultural en el patrimonio de la humanidad de la Unesco con el número de identificación 1442. En la reunión celebrada en Doha se quiso así impulsar la conservación y dar a conocer la importancia cultural de los diferentes monumentos diseminados en los miles de kilómetros que separan Xian y las montañas Tianshan.
En realidad “la ruta de la seda” es un término de connotaciones románticas acuñado en la segunda mitad del siglo XIX por el geógrafo alemán Ferdinand von Richthofen que se refiere a todo un conjunto de rutas comerciales más que a un camino único. De hecho la Unesco lo reconoce como “las rutas de la seda” y se ciñe a los tramos que atraviesan China y parte de Kirguistán y Kazajistán.
Como sucedió con otras grandes rutas, las circunstancias políticas del momento hacían más recomendable un recorrido u otro, por lo que tras miles de años de existencia no hay una ruta más auténtica que otra si no una red de caminos, algunos de los cuales son ahora grandes autopistas y vías férreas. Por ellos penetraron el budismo y el Islam con el paso lento de las caravanas y sus valiosas cargas, que iban cambiando de manos e incrementando el valor a medida que se alejaban de su origen.
Aunque la seda sea la que le da el nombre, por ser el producto que dominó el comercio en la época romana, se transportaba cualquier mercancía que tuviera salida comercial. Las investigaciones arqueológicas apuntan a que probablemente, allá por el segundo milenio antes de Cristo, el jade fuera el primer objeto de deseo que animara a los comerciantes a atravesar las montañas para aumentar el beneficio de su venta, partiendo de la ciudad China de Jotan.
Sin estar al corriente de las intenciones de la Unesco, mientras ellos estaban reunidos yo me encontraba recorriendo la rama norte de la ruta de la seda entre Kirguistán y Xian. Una de las paradas irrenunciables del recorrido es el fuerte de Jiayuguan, importante por su historia y simbolismo, pues marca el límite occidental de la China Han. Todas las caravanas atravesaban sus majestuosas puertas, y allí se despedían del mundo los que salían camino al destierro. Aquí se encuentran los últimos kilómetros (o los primeros según el sentido) de la muralla china, que todavía se pueden visitar.
A la hora de decidir la siguiente parada, dejé de lado la literatura de viajes y me guié por las nuevas tecnologías. En los últimos meses recorrían la red una serie de fotografías de unas formaciones geológicas de colores imposibles, localizadas cerca de la ciudad de Zhangye, a tan solo 200 kilómetros de Jiauyuguan. Las imágenes olían a Photoshop, pero estando en camino y tan cerca, no pasaba nada por detenerse en la ciudad que retuvo a Marco Polo durante un año.
El parque geológico está a 30 kilómetros de la ciudad, y aunque se puede llegar en transporte público es más cómodo contratarlo con alguna agencia local que te evita pelearte con el idioma en las conexiones que hay que hacer. Estuvo todo el día lloviendo, y hasta el último momento dudé si merecería la pena el gasto, pero conforme nos íbamos acercando el tiempo comenzó a cambiar y empezaron a verse claros en el cielo.
No sabía entonces que los mejores matices se observan cuando ha llovido y luego sale el sol. Al llegar no daba crédito a la suerte que había tenido y a la maravilla de la naturaleza ante la que me encontraba. Es difícil describir los colores que adoptan las capas de arcillas y las formas de la erosión caprichosa. Cuando crees que has visto lo más bonito cambias de perspectiva y te sorprendes aún más. Allí estaban esos tonos imposibles iluminados por el sol del atardecer con las nubes poniendo el contrapunto perfecto.
Aunque muchas de las fotos que corren por la red están realmente retocadas, el parque geológico de Zhangye Danxia es un sitio único, casi ilusorio. Para mí ha sido el mayor descubrimiento de toda la ruta de la seda, y por eso quiero compartirlo con las fotos recién salidas de la cámara, sin retoques. Miles de turistas chinos lo visitan cada día y pronto aparecerá en las guías de viaje como sitio imprescindible de un recorrido por China.
Aunque la Danxia, que significa nube rosada en chino, está inscrita como formación geológica singular en la lista del Patrimonio de la Humanidad, son otras localizaciones menos coloridas las que ostentan el título. Llama la atención que la Danxia de Zhangye haya pasado desapercibida para el gran público durante tanto tiempo. Quizás ahí radica parte de su encanto. Sorprende tanto, como que Marco Polo pasara un año en la ciudad y no hablara de ella en “El libro de las maravillas”. A ver si va a ser verdad que, como defienden algunos, nunca pasó de Persia…
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