El oro blanco de los afar
En una época dominada por la tecnología cuesta encontrar rincones del planeta en los que la mano del hombre apenas se note. La depresión del Danakil es una de ellas. El mérito hay que repartirlo entre la geografía volcánica, una climatología adversa, y unos habitantes poco hospitalarios, los afar, que hasta los años 30 exhibían con orgullo los testículos extirpados de cuantos varones extranjeros osaran adentrarse en su territorio.
Para el resto de los etíopes, los nómadas afar son un grupo extraño. Siguen viviendo en chozas semiesféricas, cubiertas de esteras, que trasladan a lomos de camellos siguiendo los pastos para sus rebaños. Las mujeres son poco más que objetos domésticos y aún se ven sonrisas que dejan al descubierto los incisivos tallados como colmillos, a la antigua usanza.
Cuesta imaginar de dónde sacarán el agua para vivir en este secarral, o qué comen para sobrevivir, pero el caso es que sus chozas humanizan el duro paisaje intermitentemente, como si fueran iglús del desierto. El cuidado de las cabras ocupa el tiempo de sus niños, que siguen aprendiendo desde hace siglos en la escuela de la vida, al aire libre y sin pizarra. Las tumbas no se excavan en la lava, pues supone demasiado esfuerzo. Unas piedras apiladas a modo de torres son la última morada de estos nómadas del siglo XXI.
La cercanía al ecuador y la altitud, en algunos puntos por debajo del nivel del mar, hacen que el Danakil tenga el record de temperatura media más elevada del planeta, por encima de los 35 ºC. En verano la cosa se complica y en la parte norte, donde se encuentra el volcán Dallol, se llega con facilidad a los 50 grados a la sombra. Bueno, eso si se tropieza con algo que oculte el sol, porque las lluvias son muy escasas y la vegetación brilla por su ausencia.
Para visitar esta región etíope hay que formar un convoy de al menos dos coches 4×4 y conseguir un permiso especial. Además se tiene que contratar escolta de la policía afar, imagino que para garantizar que no seas molestado si algún lugareño quiere retomar la antigua tradición extirpadora. Porque no hay sensación de inseguridad. Lo más peligroso es cuando el policía, que va sentado a tu lado, se despista y se le escurre su fusil kalashnikov que termina apuntándote momentáneamente.
La carretera parece descender eternamente y, al llegar al punto tras el que la calima no te deja ver más, descubres que sigue bajando serpenteante hasta un horizonte cubierto de bruma nuevamente. La historia se repite varias veces hasta que aparecen por fin los lagos de sal. El fresco del altiplano desaparece completamente y al comenzar a sudar te preguntas constantemente: si esto es así en invierno, ¿cómo será en verano?
Ese descenso en altura se debe a que en esta zona, África se está partiendo en dos. El grosor de la corteza continental se hace aquí más fino y deja escapar el magma por una serie de volcanes que recortan el horizonte con sus típicas siluetas cónicas. En el Erta Ale ya conté que se podía subir para ver el lago de lava. En el Dallol las emanaciones de gases han creado un paisaje de colores irreales del que hablé en el post anterior. No son los únicos activos actualmente, pero sí los más fácilmente accesibles y más visitados.
Las coladas solidificadas de lava se extienden por kilómetros, en un paisaje duro pero con un punto de belleza por su singularidad. Donde el viento acumula sedimentos, la vegetación surge en un acto de valentía y pone una nota de color al conjunto. Esta hendidura conocida como Rift continúa hacia el sur en la región de los grandes lagos, y hacia el norte bajo el mar rojo. En distintos momentos del pasado geológico, el agua del mar inundó la depresión y al evaporarse dejó importantes depósitos de sal. Los afar supieron ver la importancia comercial de ese oro blanco y lo han llevado a vender a las tierras altas desde tiempos ancestrales, donde su valor se multiplicaba.
En las orillas del lago Karum (también conocido como lago Assal) todavía se pueden ver las caravanas de camellos que transportan las tabletas de sal hacia el interior como si el tiempo no hubiera pasado. A pesar de que la carretera llega ahora hasta Hamedela, las caravanas del lago siguen hasta Berhale, o inlcuso hasta Mekele, donde se aprovisionan de forraje para los camellos y otros enseres para sobrellevar la vida en el desierto. No es raro ver pasar camiones junto a filas de camellos, pero la pregunta que uno se hace es ¿cuánto durará? Un camión transporta la carga de trescientos camellos, así que inevitablemente el grande se comerá al chico.
La única razón para pasar dos noches en Hamedela es visitar las caravanas y los lugares donde se extrae la sal. Como a nosotros nos salió nublado, pudimos ver el Dallol y la extracción de sal en el mismo día pues la temperatura nunca llegó a incomodar. Por la mañana la caravana se pone en marcha hacia el lugar de extracción, donde la costra de sal esté seca, atravesando zonas que pueden tener un palmo de agua. Con ayuda de hachas primitivas y palos se hace palanca y se hacen saltar los trozos que después se irán cepillando hasta quedar perfectamente rectangulares, como gruesas baldosas, llamadas amole.
Un trabajador puede preparar hasta doscientos amole, de unos 4 kilos, en un buen día de trabajo. Los guantes llenos de rotos apenas protegen las manos y las inevitables heridas tardan en cicatrizar. Los camellos descansan junto a los bloques de sal apilados. En la hora del rezo unas esterillas hacen de mezquita improvisada. Otros aprovechan para acercarse a una cafetera ennegrecida en lo que podría considerarse la cantina. Un anciano distribuye agua desde auténticos odres de piel. Salvo por las cámaras de los turistas, la imagen que uno ve ahora es muy similar a la que podría haberse encontrado hace unos siglos.
Al atardecer se cargan los camellos y se inicia el camino de regreso hasta la orilla del lago. Las dos horas de caminata se pueden evitar si un viejo camión funciona, pero con el trasiego sobre el agua salada la fiabilidad del transporte es una lotería. Tras la agotadora jornada, las filas de camellos y burros comparten camino con los jornaleros que vuelven con la sonrisa en la boca, la herramienta al hombro, a descansar a las chozas de Hamedela. Una escena que se ha repetido igual durante siglos.
En el lago Afdera, en la parte sur del Danakil, el progreso ha dado unos pasos. Allí unas tuberías se meten en el lago desde donde se bombea el agua salada a unas piscinas. Tras los tres meses que tarda en evaporarse el agua, se puede empezar a recoger la sal a pico y pala. El paisaje es curioso. Un lago situado a cien metros bajo el nivel del mar rodeado de montañas blancas de sal que han acabado secando las pocas palmeras que osaron crecer. Para hacerlo aún más peculiar, en la orilla hay numerosos manantiales de agua termal, por lo que tras disfrutar de la extraña flotabilidad del agua salada (similar a la del mar muerto), uno puede quitarse la sal y relajarse en la versión más africana de un spa.
De momento no hay hoteles en la zona, así que la única opción es la acampada. No será de extrañar que pronto abra algún hotel, pues aunque los tours de lujo intenten hacer el campamento lo más chic posible, los wc al aire libre son poco atractivos cuando se paga caro. Poco a poco la mano del hombre va a ir notándose en estos remotos lugares africanos. Los chinos están construyendo y arreglando carreteras que google todavía no dibuja en sus planos, haciendo los accesos cada vez más fáciles. El “progreso” está a la vuelta de la esquina y hay que venir antes de que sea tarde.
Hola Nacho,
vuestro tour fue de 2 o 3 noches?
cuanto os costó por persona? Lo llevabais ya reservado desde aquí?
Nosotros nos vamos este mes y hemos intentado pedir precios pero no hay manera que bajen ( worldsun nos pide 450$/ persona/ 2noches/ 3 días). Así que no sabemos si es muy arriesgado plantarse en Mekele y reservarlo allí el día antes sabiendo que no queremos ir con un grupo muy numeroso.
Perdona por el rollo! Gracias!
Hola Mónica
Cogimos 4 noches porque fuimos hasta el lago Afdera. Reservamos desde aquí y ahora me pillas fuera y no te sé decir el precio por persona, aunque menos de lo que me cuentas por esas dos noches. La diferencia estará en que nosotros íbamos 6, y vosotros tenéis que repartir los costes (coche de apoyo incluido) entre los dos. Si te plantas en Mekele ya depende de la disponibilidad de guías, coches y tiempo para tramitar los permisos.
Suerte