Abu Dhabi en ramadán y verano
La rivalidad entre el Real Madrid y el FC Barcelona ha saltado a la esfera internacional y en sus camisetas compiten Qatar y Dubai por los pasajeros que viajan a Asia. Como nos pasa siempre a los de Zaragoza, la batalla nos pilla en medio, y acabamos volando con la aerolínea de Abu Dhabi, que también está intentando abrirse un hueco en el mercado que dominan las dos grandes. Aprovechamos la larga parada camino de Indonesia para dar una vuelta por el emirato que ocupa el 80% del territorio de la unión de Emiratos.
Por si alguien está leyendo estas líneas en busca de orientación para un viaje, empezaré con las recomendaciones por si no sigue leyendo. Viajar en el mes de ramadán supone que los horarios están alterados (normalmente se abre hasta las 14, pero es variable) y que hasta la caída del sol no se puede comer ni beber NADA en público. Eso significa que los restaurantes y cafés están cerrados durante el día, dando una impresión de lugar fantasma.
Pero lo que hay que evitar es viajar en verano. Bajar del avión y que te reciban 36 grados húmedos al punto de la mañana no es un buen presagio de lo que puede pasar al mediodía. ¿Cómo se puede vivir en este horno? La única manera de no morir en el intento es alquilar un coche y refugiarse en el aire acondicionado. Por suerte son baratos. De esa manera puedes ir al supermercado a comprar comida preparada y meterte al coche a comerla sin que nadie te afee la conducta. Y no es broma.
Conjugando verano y ramadán las opciones visitables se reducen mucho por el horario. Playas descartadas por peligro de momificación instantánea. El parque temático de Ferrari cerrado (creo que por ser lunes). El fuerte Qasr Al Hosn también cerrado. Mercados al aire libre… ¿estás loco? Por suerte la mezquita Sheikh Zayed tiene un parquin subterráneo y no hay que caminar mucho, así que hacia allí nos dirigimos. Las 82 cúpulas y más de 1000 columnas ofrecen capacidad para 41000 fieles y las dimensiones impresionan. La ostentación se palpa en los gigantescos candelabros de oro y el trabajo en mármol de colores reproduciendo la flora local le da el toque íntimo. Sería el sitio a visitar si se dispone de poco tiempo.
Otro monumento a la ostentación es el Emirates Palace Hotel. A pesar de sus supuestas 7 estrellas, en éste sí puedes darte una vuelta por dentro. Los techos están recubiertos de oro (los operarios estaban retocando con pan de oro una parte) y las vitrinas que adornan el kilómetro largo de pasillos de la planta baja parecen un museo, con la salvedad de que puedes comprar las piezas antiguas originales del mundo entero.
Para los adictos al shoping también hay centros comerciales, aunque en este capítulo Dubai gana por goleada. Fuimos al más moderno, al Marina Mall. Como los restaurantes estaban cerrados, no había ni un alma comprando, y muchas tiendas no habían abierto. Imagino que al caer la noche empezará la acción, pero el único ruido que se oía era una chica extranjera en la pista de hielo aprendiendo a patinar. Lo bueno, que tienen aire acondicionado y que el supermercado nos salvó la primera comida del ramadán, aunque tuviéramos que comer en el parquin, dentro del coche.
El Heritage village intenta dar una visión de la vida tradicional antes de la modernización causada por el petróleo. Más que información, da pena. Nuevamente es mucho más informativo el de Dubai, que además tiene aire acondicionado, y lo único que me llamó la atención fue la foto aérea de los años 60, en las que se veían las cuatro casas alrededor del fuerte que originaron la actual ciudad. Cuesta creer que en 50 años se haya pasado de una comunidad de comerciantes de perlas a este imperio del ladrillo y del coche.
En esa carrera de modernización, la vecina Dubai lleva ventaja con la bandera de las compras, pero Abu Dhabi está reaccionando y con el reclamo de la cultura va a transformar una isla desértica en un oasis cultural en forma de acumulación de museos. Están construyendo una “sucursal” del Guggenheim (en teoría se acaba en 2014) y otra del Louvre en la isla de Saadiyat, en la que ya se ha trasladado pieza a pieza el pabellón que Foster construyó para los emiratos en la expo de Shangai 2010. El resto de la isla son urbanizaciones residenciales de lujo, con campos de golf que se extienden entre el mar y el desierto.
La cercana isla de Yas está dedicada al ocio. Allí está el circuito de fórmula 1 y el parque temático de Ferrari, cerrado el día que estuvimos, por lo que lo único que pudimos hacer es acercarnos al hotel Viceroy para dar una vuelta en su curioso interior, de moderno diseño, y cruzar el puente sobre el circuito. De allí vuelta al aeropuerto, que nos recibió con dos motivos de alegría. El primero el precio de la gasolina al llenar el depósito, a tan solo 40 céntimos el litro. El segundo, que al llegar el iftar (fin del día de ayuno de ramadán) reparten comida gratis, con dátiles y todo. Al final interesante parada, pero lo dicho, ni en verano ni en ramadán.