Despidiéndome de Bolivia
Sucre, es uno de los tantos nombres que ha adoptado la hermosa capital constitucional de Bolivia, no en vano posee el título de Patrimonio Cultural de la Humanidad. Plazoletas, jardines, parques, calles empedradas, antiguas iglesias y casitas blancas con tejas de barro, son características del centro de la ciudad. Debido a la poca altura en la que se encuentra, 2790 msnm, comparando con otras ciudades bolivianas, Sucre posee un clima primaveral y gracias a ello, la variedad de frutas es increíble. El mercado se convirtió en el mejor lugar para desayunar y merendar.
Como muchas ciudades suramericanas, Charcas, como era su nombre original, posee una extensa historia, la cual se ve reflejada en sus museos. El que mas me gustó, es el de la Casa de la Libertad, antigua Universidad Jesuita, que tiene salas muy interesantes como la de la biografía de Antonio Jose Sucre, segundo presidente del país, así mismo la sala en donde se firmó la independencia del país, y donde en antaño los estudiantes presentaban sus exámenes frente a un buen grupo de calificadores, en esta misma se encuentran cuadros de Bolivar y Sucre, además de la espada del segundo. No menos interesante es la sala donde están las imágenes de cada uno de los presidentes que ha tenido el país, hasta el actual Evo Morales.
Nuestro siguiente destino, se encuentra a 4060 m de altura sobre el nivel del mar, así que lo mejor es estar medio preparado o al menos tener conciencia de lo que se debe o no hacer. Potosí, es una ciudad llena de encanto, no solo por las vistas del conocido cerro Rico, desde muchos rincones, sino por la cantidad de callecitas de estilo colonial, y las impresionantes iglesias, que demuestran el esplendor de los siglos XVII y XVIII.
Una de las visitas casi obligadas, pero no apta para claustrofóbicos, es la de las minas en el corazón del cerro Rico. Cientos de agencias promocionan el tour, ofreciendo mas o menos lo mismo, la única diferencia es el precio, así que en el mismo colectivo, estábamos tres grupos diferentes, haciendo exactamente lo mismo, pero habiendo pagado tres cifras completamente diferentes. Antes de subir, pasamos por el mercado para comprarle a los mineros regalos. La visita, desde mi punto de vista es durísima, primero por que se suben unos 250 o 300 metros más, así que toca echar mano a las hojitas de coca para sobrellevar la altura: la temperatura dentro varía muchísimo, a ratos hace mucho frío, luego mucho calor, hay demasiado polvo y luego están los tenebrosos tíos. Estos personajes, son venerados y temidos por los mineros y semanalmente les hacen ofrendas de alcohol, cigarrillos y coca.
Además de la experiencia de estar en la histórica mina, conocimos gente muy linda como Claudia y Luis, quienes mas tarde nos invitaron a cenar; también a Fracois, con quien viajamos un tiempo por el país, y el divertido grupo de artistas callejeros, que hicieron la visita muy animada.
Muy recomendable es la casa de la Moneda, considerado el mejor museo del país, que bien vale la mención.
Mucho veníamos oyendo acerca del salar de Uyuni, tanto lo positivo, como los hermosos y raros paisajes como el intenso frío en esta época del año. La ciudad de Uyuni, tiene muy poco que ofrecer, mucha gente nada mas bajarse del bus toma el tour al salar, nosotros llegamos con un par de días de anticipación, con la disculpa de hacer una buena investigación entre las agencias, pero realmente fue para ver la final de la Champions, ya que España se jugaba el primer puesto por segunda vez consecutiva.
Según nos contaron, la zona del salar, miles de años atrás, hacía parte de una serie de lagos conectados entre sí, incluso con el Titicaca, el paisaje y el frío dan la sensación de estar mas en la nieve que en un desierto de sal. Los días se pasan entre lagos de colores, formaciones rocosas extrañas, volcanes y hoteles de sal. El último día fue el mas duro con diferencia, ya que se recorren de vuelta todos los kilómetros andados, pero el tomar un baño en las termales antes del desayuno, es todo un lujo.
En varias ocasiones he comentado, lo poco que me gustan las ciudades grandes, pero La Paz, la recibí de muy buena manera. Personalmente, su caos me encantó, quizás era la necesidad de lo urbano tras muchos días de solo ver algunas llamas y flamingos. Es interesante y colorido el enorme mercado, las plazas, las iglesias, los chicos disfrazados de zebras para dirigir el caótico tráfico y las cholitas con sus enormes polleras y largas trenzas.
Durante esos días el país estaba un poco revuelto, con protestas en muchas ciudades, los policías y sus esposas se habían manifestado unas semanas antes y se habían movilizado hacía la ciudad cientos de indígenas para protestar por la construcción de una carretera que intenta atravesar una zona natural y protegida, así que nos encontramos cerradas las calles de acceso a la plaza de Pedro Murillo, donde se encuentran la catedral y la sede del gobierno. Para darle un aire de aventura a esta parte del viaje, decidimos bajar en bicicleta la carretera de la muerte, construida por los presos paraguayos de la guerra del Chaco a principios de 1930. Son 62 km, donde se pedalea poco y se frena mucho ya que se empieza a 4700 m sobre el nivel del mar y se acaba a 1200 m. Pese a que no tuvimos mucha suerte con el clima, por que nos llovió buena parte del recorrido, tengo muy buen recuerdo de la experiencia, disfruté muchísimo, además que nuestro grupo, todos locales, era muy divertido.
Visitar el Lago Titicaca. es la mejor forma de cerrar un país tan maravilloso y por el que nos gustó tanto viajar. Pese a que llevábamos semanas viajando en altura, aquí me afectó un poco. Nos despedimos de Bolivia visitando el calvario en Copacabana, con una vista preciosa del lago en un día soleado y hermoso.
linda crónica, adri!!!! vestidos de mineros no teneis precio!!! ;-)) un besazo