10 destinos para semana santa
Se acerca la semana santa y con ella las primeras vacaciones en las que el tiempo acompaña para disfrutar viajando, con horas de luz y, si hay un poco de suerte, esquivando el frío. Tras estos meses de invierno apetece ya ponerse en marcha. Si todavía no te has decidido, aquí van unas sugerencias de los últimos 10 destinos en los que he estado en Semana Santa por si te pueden inspirar.
El año pasado cumplí uno de esos deseos que uno aguarda durante años y me decidí a visitar Bután. Es un destino un poco lejano para tan pocos días, pero en 2014 coincidían las vacaciones con el festival budista de Paro y no quise dejar pasar la ocasión. Aún no he tenido el tiempo de escribir un post sobre este viaje, pero espero que pronto esté listo. De momento os dejo unas fotos y el consejo de pasar un par de días a la vuelta en Katmandú, la mejor de las escalas de entrada al país, si os decidís a escaparos a recorrer esta joya todavía sin explotar.
También el inicio de la primavera es una muy buena fecha para visitar Irán. Los campos comienzan a florecer pero el calor en el sur todavía no es aplastante y se puede visitar Persépolis sin morir en el intento. Las celebraciones del año nuevo iraní también suelen caer en estas fechas y a nosotros nos pilló el Nouruz coincidiendo con la semana santa. Entonces se ve otro país, con las familias movilizándose para visitar a los parientes montadas en coches cargados hasta los topes como hacíamos en España años atrás. Aqui os dejo un enlace para disfrutar desde casa de una de las joyas del país, la Mezquita Rosa de Nasir al Mulk, en una foto de 360 grados.
Si en el camino a Bután se usan las aerolíneas del golfo, se puede hacer también una parada en alguno de los emiratos para llevarse una impresión de lo que el dinero es capaz de hacer en el desierto. Ya os contamos las escalas en Dubai, Qatar y Abu Dhabi en otros post. A mí me sobra con un par de días, pero si os gusta este tipo de destino, no está lejos para una escapada en estas fechas pues la temperatura es todavía agradable y se puede vivir sin dependencia de aire acondicionado.
No nos tenemos que ir tan lejos para encontrarnos con el exotismo oriental. Marruecos lo tenemos a la vuelta de la esquina y es uno de los destinos más exóticos del mundo musulmán. Con pocos días de vacaciones se pueden visitar las ciudades imperiales de Fez y Marrakech, con unas excursiones imprescindibles a Essaouira y Volubilis. Si se dispone de más días se puede alargar la estancia hasta el desierto y recorrer los valles del Draa o del Ziz con sus majestuosas kasbas.
Para los que no les guste volar siempre pueden irse al vecino del norte e imaginarse en el desierto con la arena de la duna de Pyla, en las cercanías de Arcachon, situada en un equilibrio irreal entre el azul de las olas del Atlántico y el verde bosque plantado para frenarla, que se pierde en el horizonte de las Landas. Si hay más días de vacaciones siempre queda acercarse hasta París. Seguramente lloverá algún rato, pues tiene más días de lluvia al año que Santiago de Compostela, pero al final sale el sol para poder llevarte fotos que enseñar en casa a la vuelta.
Otra buena apuesta son las islas mediterráneas. Aunque la temperatura no invita al baño como en pleno verano, se disfruta del encanto que se pierde con grandes aglomeraciones. Así uno se puede hacer a la idea de cómo era la vida antes de que llegara el turismo de masa y se puede disfrutar del paso sosegado que caracteriza a los isleños. En Cerdeña se pueden visitar los nuraghes milenarios en tranquila soledad y meditar sobre las civilizaciones perdidas de los pueblos del mar.
Uno de los destinos que he repetido en estas fechas ha sido Grecia. La semana santa ortodoxa no siempre coincide con la nuestra, por lo que puedes disfrutar del ambiente isleño sin agobios. Es cierto que los ferrys no tienen la frecuencia que alcanzan en verano y que alguno de los hoteles todavía están haciendo las últimas reparaciones para abrir, pero el paisaje y la luz están ahí para ti sólo, y puedes disfrutar viendo pasar la vida desde una mesa de la taberna del puerto sin ninguna prisa, y hasta que el tabernero te invite al vino, como me pasó en la encantadora isla de Niseros.
Curiosamente, las dos semanas santas que he estado de viaje largo me han pillado en islas remotas del Pacífico. En 2004 estaba en Micronesia y me sorprendió que en un lugar tan lejos de la vieja Europa se viviera tan profundamente esta celebración religiosa. El viacrucis se celebraba con una procesión que se detenía ante cruces clavadas en troncos de palmeras. Los fieles iban con un thou a modo de taparrabos, y las señoras en topless. ¡Vaya contraste con las de aquí!
En la semana santa del 2012 la casualidad hizo que un tifón barriera Fiji mientras en la iglesia se cantaban las mismas canciones de ritmo pegadizo que había oído en Micronesia años atrás. El mismo ritual de jueves santo encendiendo las velas, sentados en el suelo al estilo isleño. Casi parece que cada vez que haga un viaje largo voy a tener que ir hasta el otro lado del mundo a pasar la semana santa, para no romper la costumbre.
Pero no puedo cerrar esta crónica sin hablar del lugar donde he pasado la mayor parte de las semanas santas de mi vida. Un lugar que todos los viernes santos viene a mi memoria a mediodía. Esté donde esté. Hasta que las autoridades educativas decidieron alterar la situación de las vacaciones escolares en el calendario, la tradición marcaba que salía de viaje tras pasar los días santos en Calanda, mi pueblo. Allí la semana santa se asocia a los tambores y bombos que resuenan por las calles desde tiempos inmemoriales. Una mezcla de devoción, pasión y tradición que puede ser una buena alternativa para aquellos que no puedan escaparse a destinos más lejanos.
A nosotros también nos pilló el Nowruz en Irán, con el trasiego de personal que eso supone. Lo que puede ser entretenido como contemplación de cómo viven los persas su año nuevo resultó una pesadilla en Persépolis, invadido por hordas de turistas locales. Sin duda, esas ruinas milenarias merecían una visita con mucha más calma…