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Delhi y Rajasthan

Turbantes en Rajasthan

Delhi y Rajasthan

Los días en Delhi pasaron casi sin darnos cuenta. Fueron el oasis en mitad del desierto para reponer energías en esta etapa india. Manoj fue como una madre, cuidándonos como a hijos pródigos que vuelven a casa. Nos ayudó a acabar de planificar el itinerario y conseguir billetes de tren, y nos hizo de cicerone por la ciudad. Quizás ayudó a cambiar la visión que tenía de Delhi de mi primera visita 10 años atrás. 

Tumba de Humayun, Delhi

Tumba de Humayun, Delhi

La cuidad me pareció más organizada. Puede que el metro haya ayudado al tráfico y ahora sea menos caótico, y tampoco percibí una pobreza tan exagerada como antes (sólo al abandonar Delhi en el tren vi chabolas junto a las vías). La parte antigua sigue teniendo un corazón musulmán que late con una energía que te cautiva, y un cierto caos organizado que pudo haber sido igual cientos de años atrás. Pero las zonas turísticas están impecables. Me encantaron la tumba de Humayun y los jardines Lodi, con sus tumbas de la época del sultanato.

Jardines Lodi, Delhi

Jardines Lodi, Delhi

La vieja estación de Delhi es un hormiguero de gente. Cientos de personas intentan colarse para conseguir billetes en las taquillas. Continuamente salen y llegan trenes, abarrotados de pasajeros, que a su vez abarrotan la estación. La megafonía no para de hablar aunque no se entiende nada, y los paneles informativos no dicen nada. Mi tren salía en 20 minutos, pero no sabía en cuál de los casi 20 andenes iba a parar. Ni yo ni nadie. Típico en India, nadie sabe nada. Al final alguien me indicó una fila enorme, la del mostrador de información. Por los pelos nos subimos al tren. Era el expreso nocturno a Jaisalmer, y antes de llegar la arena del desierto del Thar ya nos acompañaba en los asientos.

Tren a Jaisalmer

Tren a Jaisalmer

Jaisalmer es una de las postales más idílicas del Rajasthan. Una ciudad amurallada en lo alto de una colina, y rodeada por desierto. También es uno de los lugares donde más pesada es la gente intentando sacarte dinero. Un día me llevaron cerca del límite y casi exploto. Por mentalizado que esté uno, es difícil abstraerse de los pitidos sin sentido del tráfico, de las cagadas de vaca que minan las calles, de que te pregunten cien veces de dónde eres como primer paso para intentar venderte algo, de que se enfaden si no entras a la tienda a la que te invitan a pasar “sólo para ver”…  La intensidad de los indios es increíble. No entienden un no. Sientes que te ven como un monedero de euros más que como una persona, y eso puede hacerte perder los papeles.

Jaisalmer

Jaisalmer

El momento en el que tuve que respirar varias veces para contenerme fue visitando los templos jainitas. El día anterior estuvieron cerrados a turistas por ser una festividad especial. Tras pagar la entrada y pasar junto a un cartel que dice que no se les de dinero a los monjes, si no que se deje donaciones si se quiere, un joven monje con la boca tapada con el típico pañuelo (para no matar insectos que puedan caer enla boca) me indica que suba al piso de arriba. No sabía si era una cosa personal o es lo que hay que hacer al entrar, así que seguí sus instrucciones. Al llegar arriba me suelta una parrafada indescifrable sobre la estatua del dios, y me dice que ya le puedo hacer la foto y señala un montón de billetes, indicando cómo puedo agradecer sus servicios. Sin salir de mi asombro veo como rápidamente va a la caza de otro grupo de turistas, llevando una conversación gestual con su guía para calibrar la propina. Así es India: lo espiritual y lo ruin se dan la mano.

Templo Jainita, Jaisalmer

Templo Jainita, Jaisalmer

Los años me hicieron pasar página al levantarme al día siguiente y seguir disfrutando de la ciudad. Me gustó el palacio del Maharaja, y me impresionó la historia detrás de las manos marcadas junto a la puerta. Son de las mujeres de los Maharajas, que las dejaron antes de inmolarse cuando sus maridos salieron a la batalla final, a morir en vez de rendirse. Me sorprendió el espectáculo de marionetas, cuyo hilo musical recaía en un niño de 11 años, que como la muchos otros más por aquí, trabajan como adultos. Y me dejaron con la boca abierta los peces glotones del lago Gadi Sagar, que se ponen unos encima de otros en una masa viscosa sin agua para coger los panes que les tiran los paisanos. Para terminar el circuito turístico, no hay que perderse las elaboradas havelis, casas de mercaderes ricos, que están decoradas con ostentación en el exterior, y según como le haya ido a la familia con el paso del tiempo están amuebladas en el interior, o son una cueva de murciélagos.

Músico de Rajasthan

Músico de Rajasthan

Para completar el cuadro hay que sumarle el colorido de la gente. Los hombres con sus pendientes, bigotes afilados y turbantes multicolores sobre pieles tostadas. Las mujeres con sus saris de colores resaltando sobre el moreno de su piel, joyería en narices y extremidades, y muchas veces el cuenco metálico a la cabeza, pues en su casa no hay agua corriente. En otros hogares las cosas son más sofisticadas. Al ordenar una tortilla en el hotel, el camarero llamó por teléfono para pedirla. Al ver mi sorpresa, pues la cocina estaba al lado, me indicó que como el propietario es de la casta brahmin, en su casa no se cocinan productos animales, por eso tiene otra cocina en la casa de al lado para no dejar a los turistas con un menú sólo vegetariano. Olé.

Lujo de Maharaja en Jodhpur

Lujo de Maharaja en Jodhpur

A Jodhpur se le conoce como la ciudad azul, pues las casas están pintadas de ese color. Aunque en principio sólo las casa de los brahmines disfrutaban de ese privilegio, al ser un color que no les gusta mucho a los mosquitos, al final cualquier gato acabó copiando la decoración. No es tanto como venden las postales, pero la verdad es que la vista desde arriba, mirando en según qué dirección, sí que muestra una ciudad azulada. El fuerte de Mehranghar, la residencia histórica de los Maharajas de Malwar, es el mejor sitio para verlo. Y ya de paso se visitan las estancias del palacio, tratando de imaginar cómo sería la vida de estos personajes. Lo curiosos de los rajput es que, aun siendo hindúes, impusieron a sus mujeres el purdah musulmán, y por tanto los palacios tienen su zona de harem separada del resto del mundo masculino.

Jodhpur, la ciudad azul

Jodhpur, la ciudad azul

Quitando el palacio, Jodhpur me pareció una ciudad muy sucia. Tiene unos estanques preciosos, con escaleras entrecruzadas para poder llegar al agua, pero son un vertedero, aunque los niños las usan como piscinas. Mientras tenía este pensamiento en la cabeza, un hombre se acercó con una bolsa de plástico (aquí se acabó eso de zona libre de plásticos), le metió una piedra para que no flotara, y allá va que la tiró al estanque. ¿Sería su forma de enterrar algún animal? No lo sé. A mí me pareció una guarrada más.

Atardecer en Udaipur

Atardecer en Udaipur

Sin embargo Udaipur me encantó. Los palacios en el lago Pichola le dan un toque romántico único. Ayudó que eran los días previos a Diwali (el equivalente hindú a nuestra navidad), en los que todo el mundo se pone a limpiar para recibir el nuevo año. No había visto a tantos indios limpiar a la vez, y con tanto ímpetu. Es el momento de las renovaciones y del repintado de casas y negocios. Todo el mundo está manos a la obra. Pero tanto esfuerzo no es suficiente para acabar con la suciedad acumulada del resto del año. El lago, en el que la gente lava la ropa a mazazos, está lleno de basura. Los vecinos acuden con su kit de limpieza (pastilla de jabón, ropa de recambio y sarong para cambiarse de ropa interior) a su aseo diario a unos metros del lugar donde se acumula la basura. Ellos no parecen inmutarse, pero a mí me cuesta verlo. Pese a llevar semanas aquí, me sigue costando ver la basura por todas partes. Porque cuando preguntas por una papelera, agitando la botella que acabas de vaciar, te dicen que la tires al suelo. Sin más.

City Palace, Udaipur

City Palace, Udaipur

El “city palace” de Udaipur es otra muestra más de lo que los reyes de provincias indios (esta vez los maharana de Mewar) pudieron hacer con su riqueza. Y se pasaron siete pueblos. Entre lo que me llamó la atención más, me quedo con las incrustaciones de espejos, que llegan al sumum en los pavos reales de uno de los patios. Y también con la fauna humana que visitaba el palacio. Por Diwali los colegios tienen vacaciones y muchos aprovechan para hacer turismo. Sentado en un patio del palacio me dediqué a ver pasar gente. Gente de todos los tonos de piel, colores y vestidos. Había muchas mujeres de piel oscura, con pañuelos negros pese al calor, corpiño que tapaba el ombligo pero dejaba la espalda al aire, y cuellos y brazos tatuados. Los hombres que las acompañaban, gente del campo, llevaban pantalones bombachos hasta la rodilla pero ajustados en la pantorrilla, y camisa larga. Por lo que me dijeron eran de Gujarat, el estado que hace frontera al sur. Tan diferentes, pese a ser los vecinos de al lado. India es como un mundo en pequeño. Una amalgama de razas, religiones e idiomas bajo el paraguas de un mismo estado, superpoblado, en el que uno no puede dejar de pensar cómo puede funcionar.

Turbantes en Rajasthan

Turbantes en Rajasthan

Preparando Diwali

Preparando Diwali

Por el desierto del Thar

Por el desierto del Thar

Mehranghar

Mehranghar

Interior de Haveli en Jaisalmer

Interior de Haveli en Jaisalmer

admin

admin

1 Comment

  • iñaki

    Buenas noches parejita viajera!

    cuanto tiempo sin saber de vosotros…Se os ve genial a pesar de la dureza de transitar por el subcontinente indio.Si teneis oprtunidad y andais por la zona no dejeis de explorar Bundi Y sobre todo las maravillosas aldeas de sus alrededores.Os tranladarán a al India de los 70, sin coches ,sin pitidos, sin motos y sobre todo no sentiros dolares con patas.
    A ver si pillais alguna demostración religiosa .Por aquí la familia bien,que no es poco y surfeando todos los días con el maravilloso otoño tropical que está haciendo.
    Donde estareis en Navidades?Es posible que nos bajemos al sur de India o a Sri Lanka.A ver si nos vemos por allí…Y si no sigue en pie la invitacion a una buena parrillada en nuestro caserío familiar.

    Muchos besazos ,suerte y sobre todo salud.

    Familia Lasalde

    3 noviembre, 2011 at 11:18 pm

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