Argentina en solitario
El estar de repente sola, tras varias semanas viajando en grupo, con Nachito, Carole y Marcel, casi como una pequeña familia, me dejó una sensación de nostalgia, pero el cambio de país, de gente, moneda, de comida, eran motivación suficiente para seguir adelante. La última noche en tierras chilenas la pasé en Puerto Varas, un buen sitio para despedirme de un país hermoso con gente maravillosa.
Los primeros días del mes de Junio de 2011, el volcán chileno Puyehue, entró en erupción y debido a los fuertes vientos de la zona, cargados de ceniza y con dirección a Argentina, ocasionaron un desastre natural de una magnitud incalculable. Una de las ciudades mas afectadas, fue Bariloche, donde, sus habitantes, vieron como de un plumazo finalizaba la temporada de invierno, debido a la incomunicación en que quedó sometida la ciudad. Ha pasado casi un año, desde aquella catástrofe y aún se pueden ver los restos de cenizas en las montañas.
Lo mejor de visitar la zona fuera de temporada, es el fantástico clima y los precios accesibles. Subí caminando durante unos 45 min, el monte Campanario, pues me habían recomendado las vistas, que son realmente preciosas. Luego, alquile una bicicleta para hacer el recorrido de lo que le llaman el circuito corto del Parque Nacional Nahuel Huapi; 28 km de subidas y bajadas constantes, pasando por lagos y bahías. Además de la belleza natural, me llamó la atención de la ciudad, la original manera que tiene de decorar los tallos de los árboles y la cantidad de letreros en hebreo, en bares, restaurantes y albergues.
El trayecto a Mendoza fue larguísimo, 20 horas en un cómodo pero caro autobús, que te deja el cuerpo destrozado. La ciudad en sí, no me llamo mucho la atención, excepto por la cantidad exagerada de bancos, centros financieros y oficinas de prestamos express, que invitan a consumir y gastar sin control. Además de pasear por el centro de la ciudad me dirigía a la zona de los viñedos, y visité, de forma guiada la bodega La Rural; me gusto mucho tanto la explicación, como el museo y la degustación de uno de sus vinos.
De camino a Córdoba, pare en San Luis, para visitar el Potrero de los Funes, pero el día estaba nublado y luego de pasear un rato por el lago, mientras me congelaba, decidí tomar el bus nocturno a Córdoba. A destino llegué muy temprano en la mañana, aún era de noche y llovía a cántaros, pero pese a ese recibimiento, la ciudad me encantó. Durante el día pasee por las calles del centro, llenas de vida y de historia. Los jesuitas, dejaron huella en la localidad y muestra de ello, son la cripta y la manzana jesuítica. También hay un ejemplo de la historia mas dolorosa y mas reciente del país, es el museo provincial de la memoria; antiguo cuartel de la policía, donde cientos de detenidos de todas las edades, sufrieron los horrores de uno de los episodios mas crueles y violentos, durante la llamada Guerra Sucia, entre 1976 y 1983.
Aprovechando el buen clima y las recomendaciones, me fui a la Quebrada del Condorito, para tener un día de naturaleza, tranquilidad lejos de la ciudad.
También paseé por Alta Gracia, conocida gracias la iglesia jesuita, y la casa de la familia Guevara, en donde vivió el revolucionario Ernesto “Che” Guevara, durante su niñez. Ahora es un interesente pero caro museo, donde se exponen algunos objetos personales e infinidad de fotos en diferentes etapas de su vida.
De Córdoba, tengo un gran recuerdo, y más aún de la gente que conocí, como Karina, una simpática argentina con quien compartí momentos lindos, fuimos a cine, tomamos cervecita en Alfonsina y disfrutamos viendo bailar tango a la gente en la Plaza San Martín, pese al frío que hacía.