Año nuevo en Marruecos
A Marrakech llegamos tras horas de retraso, un poco cansados y hambrientos, nos encontramos con nuestros amigos Pablo y Ana, con quienes recorreríamos el interior del país. Recorrimos el zoco al anochecer y cenamos las delicias locales en la plaza Jamaa el Fna. Al día siguiente luego de un desayuno en la terraza el hotel nos dirigimos hacía la zona del Atlas, tras un par de horas de recorrido, nos detuvimos para comer en un restaurantito de carretera, la comida buenísima y fresca, como suele ser.
De camino a Escossura, nos desviamos de la carretera principal, para visitar la primera de las muchas kasbahs de la zona, auténticos pueblos fortificados. La de Tellouet, se encuentra en medio de un paisaje espectacular, como anclado en el tiempo. Durante los días posteriores recorrimos las fortalezas de Skoura, muy fotogénica, también Oarzazate, que se puede visitar y recorrer todos sus rincones y pasillos, pero seguramente una de las mas impresionantes es la de Ait Ben Haddou, escenario de muchas películas de Holliwood, no tiene desperdicio, las vistas son preciosas, el color ocre de sus construcciones junto al cauce de un río en medio del desierto, son todo un deleite para la vista.
La última noche del año 2012, la pasamos en un sencillo pero cómodo hotelito de Talliouin, cenamos una frugal comida local, harira, sopa marroquí, tajine de kefta, po stre, te de menta y vino local para brindar, un buen final para el mejor año de mi vida.
La última que visitamos fue la de Tiout, a las afueras de Taroudant, pero es muy poco lo que queda de ella, así que nos metimos en el palmeral a pasear un poco entre el, disfrutando de la buena temperatura, la vida cotidiana de los locales y sus sembradíos. Una vez en Taroudant, paseamos por la ciudad amurallada, al atardecer tomamos un té mirando las murallas y la vida que pasa frente a ellas. Me pareció curioso el hecho de ver a un papa Noel paseando por la calle, perseguido por niños de todas las edades.
Para despedirnos de nuestros amigos que volvían a casa, cenamos variedad de pescadito fresco cerca al puerto de Agadir, un exceso mas, ya que casi ni dejamos las espinas para los gatos. De nuevo solos, emprendimos ruta al sur del país, la primera parada fue en Tizniz, donde además de pasear por la Mdina, comimos sardinas adobadas en un pequeñísimo restaurante y bebimos te en una maravillosa terraza bajo el sol. De allí tomamos un gran taxi a Merlift, para pasear un poco por la playa y los acantilados y finalmente nos alojamos en el antiguo Hotel Belle Vue en Sidi Ifni, donde se distinguen varios edificios que demuestran la presencia española en la ciudad.
En la mañana luego de desayunar, paseamos por la playa, antes del duro día de carretera que nos esperaba. Nos asombró la cantidad de campervans que había en los diferentes parqueaderos en primea línea de mar, se ha convertido en el lugar preferido para muchos jubilados franceses que huyen del frío invierno europeo.
Llegamos a Tarfaya, tras unas cinco horas de trayecto enlatados un taxi, de polvo hasta el pelo, pero felices, nuestros compañeros de viaje habían sido encantadores, pese a que ninguno hablaba el mismo idioma y entendernos era complicadísimo. Hay poco que ver en la ciudad, tan solo el pequeñísimo Museo Antoine de Saint-Exupéry, debido a que el vivió poco más de un año allí, siendo nombrado jefe de escala de la Aeropostal, en el aeródromo de Cabo Juby. También esta la Casa Mar, construida por Donald Mac Kenzie en 1889, quien estableció un puesto comercial en la ciudad. A la casa se puede acceder cuando la marea esta baja, pero se ha convertido en el ícono de Tarfaya.
Cerramos viaje en Marruecos en el Aaiun, donde tomamos el vuelo a Fuerteventura, y de allí vuelta a casa, tras días de sol y descanso.