Prepirineo turolense
Playa o montaña. Esta suele ser la disyuntiva familiar para huir de los meses de calor. En Zaragoza la palabra montaña va asociada subconscientemente al pirineo, aunque hay otros rincones desconocidos que no deben pasarse por alto. De todos es conocido el Moncayo, pero la zona del Maestrazgo tiene el aire del prepirineo, solo que en la provincia de Teruel.
No hace falta irse a lejanos países para descubrir lugares interesantes. Ya hemos hablado aquí de los aguarales de Valpalmas, una pequeña Capadocia aragonesa a 70 km de Zaragoza o de la montaña de colorines de Bijuesca, que aunque no sea la Danxia de Zhangye hace una interesante excursión con niños. Hoy vamos a poner rumbo al sur, al Maestrazgo, una joya por descubrir en la injustamente desconocida provincia de Teruel.
Viajar por el Maestrazgo tiene una pequeña dificultad añadida. Cualquier carretera que tome una ruta hacia el sur desde la nacional 211 es un viaje en el tiempo a curvas con formas hace años olvidadas y anchuras que parecen imposibles para que dos coches se crucen. Da la impresión que el progreso no va más allá de la nacional por lo que los pueblos que nos encontramos están anclados en el tiempo.
Muchos de ellos tienen un encanto especial que podría considerarse el paraíso del turismo rural. A pesar de las dificultades de acceso, el turismo está llegando por el boca a boca, aunque por cuestiones de accesibilidad parece que en Castellón lo conocen más que en Aragón. Uno de mis preferidos es Mirambel, pero recomiendo perderse sin rumbo y descubrir rincones o detenerse en las ruinas de viejas masadas cargadas de historia, imaginando cómo era la vida siglos atrás.
Además del patrimonio humano, en el Maestrazgo hay un enorme potencial natural. De los cinco monumentos naturales que tiene catalogados Aragón, salvo los glaciares pirenaicos, los cuatro restantes están por esta zona. Los amantes de la naturaleza habrán oído hablar de las cuevas de cristal en Molinos, de los órganos de Montoro, o del nacimiento del río Pitarque. Quizás no les resulte tan familiar el puente natural de Fonseca, una curiosidad cárstica sobre el río Guadalope, cerca de Castellote, pero cualquiera de ellos justificaría la escapada.
Pero nosotros no vinimos aquí por nada de lo anterior. Gracias a mi infancia calandina muchos de estos lugares los había conocido de pequeño. Vinimos porque nos invitaban a descender un barranco. Sí, sé que suena raro, pues nuevamente asociamos los descensos de barrancos al Pirineo y prepirineo, pero por si no tuviera bastante, el Maestrazgo tiene barrancos. ¡Y qué barrancos! Y eso no me lo quería perder.
En los alrededores de Villarluengo nacen varios de los afluentes del Guadalope, y esos primeros tramos encajados en paredes calizas ofrecen saltos, rapeles, toboganes y cascadas suficientes para vaciar el depósito de adrenalina del más lanzado. El elegido para nuestra actividad fue el río Palomita en la zona del pozo del invierno. Que nadie se asuste por el nombre. Los trajes de neopreno neutralizan la temperatura del agua al instante y te permiten disfrutar como un niño del río. Y como una imagen vale más que mil palabras, juzgad vosotros las fotos
Insisto que cuesta creer que uno no esté en Guara. Incluso al salir la vegetación tiene boj y acebo, para darle un toque pirenaico a la zona. Por eso me he atrevido a llamarlo, el prepirineo turolense. Y para acabar, el culpable de que otro rincón aragonés me sorprenda: Marcos, el alma de Geoventur. La energía contagiosa de este joven de Utrillas está impulsando recorridos y actividades por la zona para hacer del turismo de aventura otra de las razones por las que visitar el Maestrazgo. Ánimo y suerte Marcos.
El Geoparque del Maestrazgo tiene una oferta infinita, para todas las personas, para todas las edades,… ¡ven a conocernos!
¡Interesante artículo! Mencionemos también la importancia del Pirineo Oscense. Preicosos lugares con encanto esperan la visita de los amantes de la naturaleza y de los preciosos paisajes que estos magicos lugares esconden.