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San Petersburgo

San Petersburgo

Puede que la frontera en Narva sea una de las más monumentales que he visto. Dos castillos se miran frente a frente a ambos lados del rí­o, uno con la bandera estona y el otro con la rusa. Pienso un segundo en sacar una foto, pero desisto no vaya a ser que entremos en Rusia con el pie izquierdo. La agente de fronteras hojea el pasaporte en unos instantes que me parecen eternos, hasta que se decide a ponerme el sello. Entré.

SP almirantazgoSan Petersburgo está de fiesta y se ha vestido de lujo para celebrarlo. Sólo los mosquitos (37 maté en mi habitación la primera noche) hacen recordar que estos canales eran hace 300 años una zona pantanosa en la desembocadura del Neva y que, gracias al impulso de Pedro I el grande, se convirtió en la capital Rusa. A Pedro no le gustaba Moscú, y así­ el cambio de aires le permití­a asomar la capital al Báltico, a la vez que aproximarse a Europa. Este acercamiento conllevaba también un cambio de hábitos de la población, a la que se le obligaba a cortarse la barba, a vestir a la europea… e incluso a la nobleza, a hacer vida de corte, cosa que en principio no les hizo mucha gracia.

SP arco triunfoEso sí­, a juzgar por la suntuosidad de los palacios de Rastrelli, no se resistieron mucho y la ciudad pronto se convirtió en un Paris a la veneciana, conjugando canales, puentes, parques, iglesias, palacios de color pastel y magní­ficas avenidas. Y a falta de un Versalles, alrededor de la ciudad hay varios a elegir. Los más visitados: Petrodvorets, con sus jardines, cascadas y fuentes doradas, e incluso un vivero donde puedes darte el gusto de pescar esturiones: y Tsarkoe Selo, con el explendor barroco del palacio de Catalina, y su salón de baile de900 metros cuadrados.

SP HermitageLo primero que hay que hacer al llegar a Rusia es registrarte, y como mi hotel no lo hací­a (eso me pasa por ir siempre de baratillo), tuve que buscarme la vida para solucionarlo. Tras vueltas y vueltas consigo registrarme pagando bajo mano 25 $, el precio más razonable de los que me pedí­an.

SP iglesia pintorLo segundo fue ver cómo salir de San Petersburgo. Trenes a Moscú sólo quedaban yendo sentado. Vista las cosas, me compro ya el billete a Irkustk, el deseado Transiberiano. Justo al salir ala Avenida Nevskiflotando de contento, me encuentro con Iván, un ex-alumno. Y es que ya lo dice el refrán ruso (en español no rima): en Nevski prospect te puedes encontrar a cualquiera. Batiato, según canta en su Perspectiva Nevski se encontró, por azar, a Igor Stravisnski. No pude evitar canturrear la canción mientras me acercaba al rí­o Neva.

SpPedro IEl rí­o Neva es, junto conla Avenida Nevski, el eje vertebrador de la ciudad. En una de las numerosas barquitas que lo recorren puedes repasar rápidamente la historia de la ciudad. Empiezas porla Fortalezade Pedro y Pablo, que fue la primera construcción de la ciudad y es el lugar de reposo de los restos de los Romanov, la última dinastí­a de zares. Con sólo girar la cabeza se observa el Palacio de Invierno, sede del Hermitage, uno de los grandes museos del mundo y, antiguamente, sede del poder imperial. Avanzando y atravesando el puente Trotski se llega al crucero Aurora que, con su cañonazo, señaló el comienzo dela Revoluciónde Octubre y marcó el destino de Rusia en el siglo XX. Los marineros «despistados» por cubierta te decoran la escena a razón de 10 rublos la foto.

SP iglesia desde barcaRealmente la ciudad está a rebosar, tanto de turistas extranjeros como nacionales. Las esperas para entrar a museos o palacios pueden ser de más de una hora. Eso si aún quedan entradas cuando llegas. En Pushkin tuve que hacerme pasar por periodista para que me dejaran entrar, pues solo venden 700 tickets por dí­a y la gente hace cola desde las 8 de la mañana para hacerse con uno.

Las filas son un arte en Rusia, herencia del pasado quizás. Todo el mundo es muy respetuoso con el orden y, una vez que tienes tu lugar, puedes ir a hacer lo que sea, luego volver, y ahí­ tienes tu sitio. Estuvo genial ver como al volver de comer me tocó prácticamente ya entrar en el Hermitage.

SP PushkinDel Hermitage no sé si me quedo con el palacio o con el contenido, ambos magní­ficos. Merecerí­an ser dos museos distintos. Tiene su encanto eso de salir de ver los Van Gogh, pasar junto a una mesa con frutas de Botero, bajar las escaleras y pasar junto a una carroza tipo Cenicienta para entrar en el salón del trono imperial.

SP petrovoretsPero siempre hay gente que te hace aterrizar en el mundo real. Al salir de Petrodvorets maravillado, me encontré un par de manos en mi bolsillo que no eran las mí­as. Creo que se me quedó más cara de atontado a mí­ que a ellos por no pillar nada, y se fueron tan tranquilos.

SP Fuente PetrovHarto de masas me fui a ver el jardí­n botánico que tiene una colección de plantas tropicales y cactus muy interesante en unos invernaderos gigantes para poder resistir las temperaturas del invierno. Me reencontré con el aire húmedo tropical, y al salir no pude evitar buscar algún sitio para bailar salsa. Las generaciones de cubanos que vinieron a estudiar a Rusia dejaron su semilla, y no me fue difí­cil dar con un grupo de salseros. La noche resultó genial pero corta. Por la noche, los puentes se levantan para dejar pasar los barcos. Como la discoteca estaba en la zona opuesta del rí­o a mi hotel, tuve que recogerme con el último metro, justo cuando la fiesta se estaba calentando.

admin

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