Puesta en marcha; Ginebra
Al fin me puse en marcha. Todavía no me creo que haya comenzado el viaje. Los últimos días pasaron sin darme cuenta entre mudanza, despedidas y últimos preparativos, y todo ese estrés se cambió por el de participar en un encuentro dela YMCAen Praga con más de 7000 jóvenes de toda Europa. Pero vamos por partes.
A las 8,45 de la mañana del día 1 de agosto, me monté en el autobús del grupo de YMCA España camino de Praga. La noche se había pasado en vela con los últimos preparativos y cerrando la mochila, así que no era muy consciente de que me estaba despidiendo de las calles de Zaragoza por muchos meses. Y de hecho el estar rodeado de amigos españoles me hacía sentir más de excursión que «de viaje».
1 de agosto»¦ vaya día para meterse en carretera. Mi facilidad para el sueño hace que ni me entere del trayecto casi hasta Montpelier, donde un accidente detiene el tráfico durante más de dos horas. Entonces me di cuenta de un riesgo que quizás no había valorado a fondo. Iban a ser muchos kilómetros de carretera, y me gustaría no tener que volver a nombrar este asunto.
Entrar en Suiza te transporta a ese pasado olvidado, en el que las fronteras en Europa eran algo más que cambiar la compañía de móvil. Papeles para el vehículo, pasaporte, tasas fronterizas»¦ cosas que nos parecen de otra época gracias ala Unión Europea, pero que para muchos ciudadanos del mundo son una realidad cotidiana.
Por fin llegamos a Ginebra, primera parada en el camino a Praga. Era el día nacional suizo, en el que se celebra la unión de los cantones, y la ciudad estaba de fiesta. Las orillas del lago estaban llenas de chiringuitos, música y gente. Vaya sorpresa inesperada. Sólo un problema. Cerraban demasiado pronto para un español.
El sábado nos recibió Bart Shaha, el secretario General de la alianza mundial de YMCA. Esta asociación cuenta con más de 155 años de historia, tiene el premio Nobel de la paz, y gracias a ella existe el baloncesto, el fútbol sala, el campamento de verano y la canción de los Village People.
Ginebra estaba en ebullición. La gente en la calle, multitud de escenarios con música en directo, puestecillos de comida y artesanías salpicaban el centro. Y por si fuera poco una LAKE PARADE al más puro estilo Berlinés. Miles de jóvenes convulsionándose con la música tecno a lo largo del lago, con los cuerpos decorados de mil manera, dando una nota de alegría a la que yo recordaba como una ciudad más tranquila.
Me llamó la atención el componente multirracial. Más de la mitad de los puestecillos eran de comidas de terceros países, y pude darme el gustazo de bailar salsa y comer cebiche. En fin, una buena forma de cargar las pilas para otra maratoniana jornada nocturna de 14 horas hasta Praga.