Yunan
Kunming es la capital de Yunan, una de las provincias con mayor diversidad étnica del país. También es donde el Real Madrid hizo la pretemporada, y todo el mundo te habla de «Laur», el famoso 7 pronunciado a su manera; es su problema de confundir la «r» y la «l». Si Raul fuera chino se cambiaría el nombre por otro más fácil de pronunciar. De hecho, la mayoría de los chinos que se relacionan con extranjeros tienen su nombre original, y su nombre «inglés» de fácil memorización, tipo Thomas, Moonlight o Rainbow. En vez de sonidos irrepetibles, al menos recuerdas los nombres, aunque cuando te presentan a más de 5 a la vez, sigues sin saber quién es quién, tan parecidos todos.
La ciudad tampoco es especial, pero allí estaban Mike y Neal como profesores de inglés, y siempre es agradable reencontrarte con gente del viaje. Pasé unos días descansando y aprovechando para sacar el visado de Vietnam (aunque la guía dice que no se puede»¦ hay que preguntar siempre). Incluso pude ver en directo fútbol de la liga china, con la banda de tambores y platillos del ejército hacienda las labores de «hinchas» bajo la batuta del teniente. El público era todavía naif, y los dos únicos exaltados en todo el estadio, venían conmigo y gritaban en inglés. Los ultrasur son cuestión de tiempo.
Para ir a Lijiang cogí autobús nocturno. En teoría está bien pensado. Tres filas de literas te permiten ir acostado, salvo que midas más de 1,50… porque entonces no cabes en la cama y el sueño se puede transformar en pesadilla. Antes de salir no se me ocurrió otra cosa que sacarle una foto a los baños de la estación, sin puertas y separados por un tabique bajo. Desde que apreté el botón hasta que la cámara disparó se levantó un militar, oculto por el tabique al estar en cuclillas, y el flash le iluminó la cara de mala leche. Me veía en la cárcel. No se puede fotografiar a los militares, y menos en posición tan embarazosa. Por suerte logré demostrarle que borraba la foto. Vivan las cámaras digitales. Media hora después recobré la respiración normal. Aún con todo, no pude dormir pues mis vecinas de litera intentaban pasar el rato conversando. No hubiera sido un problema salvo por que eran naxis, y su idioma tiene unos tonos agudos que mi oído todavía no sabe silenciar.
Aunque el primer contacto con las minorías étnicas no fuera positivo, viajar por Yunan es visualmente muy interesante. La dificultad para disfrutar plenamente radica en cómo comunicarse. La zona de Lijiang es naxi, y también tienen un idioma basado en dibujos, pero menos evolucionado que los pictogramas chinos. Cuando llegué de madrugada me encontré con una ciudad que empezaba a despertarse. Las casas de madera y las calles empedradas estaban iluminadas por los primeros rayos de sol y envueltas por la niebla que subía desde los canales que la recorren. Vaya descubrimiento inesperado. El espejismo se desvaneció enseguida. Al volver de desayunar, el susurro del agua corriendo por los canales se había cambiado por el griterío de los grupos de turistas, y las casas se habían convertido en tiendas de souvenirs.
Es el ejemplo de la emergente industria del turismo interior chino. Aparte de los grupos organizados, los mochileros locales también empiezan a moverse. En el albergue era el único extranjero, y los típicos avisos en el corcho de «busco gente para compartir excursión» estaban todos en chino. Así que tuve que sudar para hacer excursiones. Pero a pesar de las dificultades, guardo mejor recuerdo de Yangshuo que de la vecina Dali, a pesar de la fama que tiene y de estar amurallada. Aquí la gente todavía va vestida por la calle con el traje típico, y la ciudad mantiene el encanto en muchos rincones, aunque no paren de pasar «rebaños» siguiendo el paraguas de colores.
La diversidad étnica de China es curiosa. Cuando se pusieron a catalogarlas, encontraron más de 250 etnias, pero ese número era excesivo para el Partido, así que lo redujeron a las 52 minorías reconocidas. No les importó que bajo el mismo nombre estén grupos que hayan estado enfrentados en algún momento. Por ejemplo, los Mosuo están reconocidos como Naxi, a pesar de tener idioma y costumbres diferentes. Quizás la particularidad cultural más llamativa de todas las minorías sea la de los Mosuo. Su sistema matrimonial -a xia-, se basa en una especie de matriarcado en el que la mujer nunca abandona el hogar materno, y son los maridos los que van a pasar la noche a casa de su pareja. Por la mañana regresan a la casa materna, donde hacen la vida ordinaria, y trabajan las tierras de su madre. Los hijos son criados siempre por la madre, que puede cambiar de compañero, y es la verdadera protagonista de esta sociedad. No podía pasar la oportunidad de ver cómo funciona un mundo gobernado por mujeres, a pesar de la dificultad de llegar hasta allá.
El camino para llegar al Lago Lugu Hu, donde viven los Mosuo, atraviesa zonas de un paisaje espectacular. Hay que cruzar el Yangze y para eso hay que bajar laderas de más de mil metros, con pueblitos literalmente colgados, y con unas terrazas de cultivo que desafían a la gravedad. Si se te cayera al suelo el fajo de arroz, llegaría hasta el río en caída libre. Cuando llegas al río, lo sigues hasta llegar al único puente y repites la operación subiendo la otra ladera, sintiéndote afortunado por vivir en un tercero sin ascensor al compararte con esta gente. Luego entras en una zona de poblados Yi, donde las mujeres van tocadas con una especie de tejas negras, como las monjas de las películas, muy fotogénicas a la vez que incómodas en un día de viento. La carretera deja entonces el asfalto para pasar a estar adoquinada. Las casas cambian el adobe por el tapial y, entre las tejas, unas tablas con piedras tapan el agujero del tejado que dentro de unos años ocupará la uralita.
Por fin se llega a Ligen Dao, un pueblito Mosuo de 20 casas situado a orillas del lago. Me alojo en casa de una señora y maldigo que no haya aparecido todavía el enanito que me conceda el deseo de hablar todos los idiomas. Con el método pictionary puedes hablar un poco, pero para cosas complicadas te puedes volver loco. Están terminando la cosecha del maíz dirigida magistralmente por las mujeres, con una actividad frenética que hace que todo el pueblo esté en los campos. Tras desmantelar un terreno en un abrir y cerrar de ojos, cargan el maíz en unas barcas de tronco hueco que desaparecen en el lago, y a por el siguiente. Lo bueno es que al acabar la cosecha, coincide con la fiesta, y como aquí mandan las mujeres, el que escribe cabó vestido con el traje típico Mosuo»¦ de mujer.