Efeso, un puerto sin mar
Los caprichos de las fronteras móviles hacen que las ruinas de Efeso, uno de las ciudades más importantes de la antigua Grecia, estén hoy en territorio turco. No muy lejos están los travertinos de Pamukale y en las costas de esta parte de Anatolia abundan resorts para todos los bolsillos, así que no es de extrañar que Izmir se esté convirtiendo en un buen aeropuerto alternativo a Estambul para tener otra perspectiva de Turquía, un interesante destino por descubrir.
Nosotros llegamos en barco desde Chios a Çesme en menos de una hora de travesía tranquila, y de allí a Izmir. La tercera ciudad del país es moderna, pero tiene un bazar tradicional enorme, lleno de vida (Kizlaragasi Han es un antiguo caravasar restaurado que no tiene nada que envidiar al Gran Bazar de Estambul). La pequeña mezquita Konak, junto a la torre del reloj, llama la atención por su decoración de azulejos y es un agradable lugar para pasar el rato observando a los locales.
En las placitas del bazar y cuando las calles se ensanchan un poco los restaurantes sacan mesas y hay un agradable ambiente mediterráneo. Bandas de músicos con ritmos zíngaros animan el almuerzo, mientras los cilindros gigantes de kebab van disminuyendo su volumen sin parar. Los amantes del pescado están de enhorabuena aquí. Los mejillones parecen ser el plato popular, pero hay una variedad enorme. El restaurante Tabaklar es un clásico y un oasis para los que quieran aislarse del bullicio del bazar por un rato.
Pese a las ideas preconcebidas que podamos tener, los trenes turcos son modernos y los billetes funcionan con código QR que el revisor comprueba con un lector digital. Si se dispone de tiempo, hay servicios para llegar a Pamukale, pero nosotros nos quedamos en Selçuk para visitar las ruinas de Efeso. El pueblo está atravesado por las ruinas del acueducto bizantino que sirve de soporte para animados nidos de cigüeñas, y en su extremo norte se levanta, fotogénico, el castillo y las amuralladas ruinas de la basílica de San Juan. Es la mejor base para explorar las ruinas.
En las afueras se levantan los restos del templo de Artemisa, una de las siete maravillas de la antigüedad y que, junto con el importante puerto, fue la razón de la prosperidad de Éfeso. El templo fue destruido y reconstruido varias veces. Una de ellas por un tal Eróstrato, en el año 356 aC, que lo hizo sólo por conseguir fama. Desgraciadamente le hemos seguido el juego y ha pasado a la historia. Hoy no queda nada más que una de las columnas que con sus 127 filas lo hicieron el mayor templo griego, superando al Partenon de Atenas.
Las ruinas de Éfeso dan idea de lo que debió ser la ciudad en el pasado. Uno puede imaginarse la calle que unía el puerto con el gran teatro llena de carros y gente, las declamaciones en las escaleras de la biblioteca de Celso o las conversaciones en las letrinas públicas en las que los romanos se sentaban sin distinción de clases a hablar de política. Las calles competían por tener la fuente más ostentosa y las pinturas murales de las casas aterrazadas sólo son superadas por las de Pompeya. He visto ya muchas ruinas, pero Éfeso logró sorprenderme.
Dice la tradición cristiana que la Virgen María vivió con el apóstol Juan en Éfeso (se puede visitar su casa) y San Pablo pasó también aquí algún tiempo. La importancia de la ciudad en la antigüedad era tal, que fue la sede del tercer concilio cristiano en el año 413. ¿Qué pasó para que se acabara tanto esplendor? Nuevamente el hombre. La deforestación hizo que el río arrastrara más sedimentos al mar disminuyendo la profundidad. El dragado dejó de ser efectivo y lo que era un próspero puerto hoy es simplemente una verde llanura que tiene la costa a 9 kilómetros. ¿Aprenderemos alguna vez del pasado?
Desde entonces la ciudad entro en una decadencia que se acentuo por dos terremotos que se produjeron en los anos 358 y 368 asi como porque los sedimentos del rio Caistro en el puerto y la falta de un adecuado drenaje de los mismos provocaban cada vez mas dificultades a los barcos que llegaban al puerto.